Nueva York
Mr Otegi goes to town
Ignoramos la culturilla geográfica de los conserjes del «Wall Street Journal». En una emisora madrileña en la que servimos, había un ordenanza que citaba a Kierkegard, trasegaba con libros de viejo y, en los momentos de tensión, arreaba con enseñanzas de Ortega y Azaña. La naturaleza humana se hace más compleja ante el taciturno mundo de bedeles, conserjes y guardias de seguridad. Se ignora, por tanto, si ante el carcelario y postrero «señorita-póngame-conferencia» con Nueva York de Otegi, los recepcionistas del periódico americano se han ubicado ipso facto. Tal posibilidad resulta más insólita que un ordenanza citando a Kierkegard. Y si ha sido decir que telefoneaba un tal Arnaldo a secas para pasarlo con dirección o si, por el contrario, al líder batasuno le ha resultado embarazoso explicar dónde cae la prisión de Logroño, que el conserje medio americano es capaz de situar con acierto entre Francia y Yemen. Ha sido el viaje teléfonico de Otegi, como aquel que va de la aldea a la ciudad, con las gallinas y la maleta de madera. América será el escaparate del mundo, pero el mensaje en esa botella acaso puede llegar a romper a las puertas de La Moncloa. El «Wall Street Journal» se encargará del desasosiego americano y no están por dedicar más espacio a España que a Beyoncé. Y aún así, a la hinchada con boina de rosca-chapa de Otegi, les habrá irritado que el «Journal» no tenga edición en euskera.
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