Catolicismo

Idólatras que no ateos por Ricard María CARLES

La Razón
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En «El adolescente», en 1875, Dostoievski dice haber visto caer el sol de la divinidad en el horizonte de nuestra vieja Europa, pero no se ha desesperado y ha creído que Europa volvería a Cristo.Una vez más, como se ha repetido a lo largo de su historia, la Iglesia sigue recibiendo inútilmente ataques de los que quieren eliminarla. El último gesto ha sido prohibir las celebraciones eucarísticas en actos castrenses. Gesto que quedará olvidado en la historia, como tantos otros del pasado. La esencia del sentimiento religioso tiene algo de inaccesible e inaprensible para los argumentos ateos.Hágase lo que se haga, los atributos de la persona humana devienen de la eternidad. El ser humano, aspiración incesante al infinito, languidece por no encontrar nada que le satisfaga enteramente. Es Dios quien nos ha plantado en esta tierra y, cuando el sentimiento de él se debilita o desaparece, nos hacemos indiferentes ante el espectáculo de la vida y podemos tomarle aversión. Sin Dios hay, en efecto, una cierta aversión a la vida que se inclina a «la cultura de la muerte», como se ha avisado más de una vez, y hemos experimentado ante el crecimiento de abortos, eutanasias y otras violencias contra la vida. En una palabra: Dios es necesario al hombre. Lo inconmensurable y lo infinito son tan necesarios al hombre como el pequeño planeta sobre el que se mueve.El hombre no puede vivir sin adorar; si se rechaza a Dios, se arrodilla ante un ídolo de madera, de oro, o ante afanes, que cree que le pueden hacer plenamente feliz, pero no lo es. A muchos increyentes, más que ateos, pienso que no debemos considerarlos otra cosa que idólatras.