Crítica de libros
Paciencia en la charca por Antonio PÉREZ HENARES
En el monte lo que se ve es el movimiento. La inmovilidad es el mejor camuflaje. Por ello cuando caminamos por él suele resultar que apenas vemos ningún animal. Porque los que nos movemos somos nosotros, que además tenemos la costumbre de andar hablando aunque sea por el móvil, último signo de la incapacidad para el silencio de los humanos en cualquier situación. Los animales, que nos ven y oyen llegar a kilómetros, se quedan quietos y emboscados y lo normal es que pasemos a su lado sin que nos percatemos de su presencia.
Pero si alguien gusta de esas observaciones y une a ello alguna pasión por la fotografía les diré que es ahora el momento en que mejor puede satisfacerlas. Ha empezado la canícula y si hay algo sin lo cual no podemos vivir nadie es el agua. Unan las dos cuestiones antes expuestas y se llevarán las más agradables sorpresas. Lo primero es localizar un punto de agua, una fuente o una charca, frecuentado (algo que podrán comprobar por los rastros de pisadas o de plumas) y luego un escondite cercano en corazón de alguna buena mata . Y después quedarse quieto y en silencio. Paciencia y barajar.
Las mejores horas son las del amanecer y antes de que anochezca. En esta época en cuanto empiece a bajar un poco el sol hay que estar ya apostado. A una hora o a otra no tardarán en comenzar a llegar los múltiples habitantes alados de la zona y con algo de fortuna no les será difícil que algunos mamíferos se den por allí una vuelta. Del conejo al zorro, del corzo al jabalí y dependiendo de las zonas cualquiera puede llegar de visita. La disfrutarán.
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