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Dionisio Ridruejo al fin recuperado

Miembros del Gobierno, políticos e intelectuales conmemoran el centenario de su nacimiento. Durante años soportó el estigma de haber sido franquista y, después, convertirse en demócrata

Dionisio Ridruejo, al fin recuperado
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No cambiar de opinión en toda la vida, no reconocer nunca un error, debería ser motivo de desconfianza. Si damos por cierta esta premisa, a Dionisio Ridruejo podríamos confiarle nuestra propia vida. Desde la dirección general de Propaganda hasta la oposición democrática en el exilio, el escritor sufrió graves consecuencias a causa de un cambio de opinión que fue de todo menos sencillo y llano. Ayer, en Casa de América, y con la colaboración de Movimiento Europe, se debatieron en profundidad las dimensiones política y literaria del autor, inseparables y sin las que no se podría entender ni el personaje ni los avatares vitales a los que le confinó su pensamiento. «Ridruejo fue el producto típico de una época de desengaños de las gentes de Occidente. En su caso, la I Guerra Mundial», aseguró el ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación, José Manuel García-Margallo, encargado de dar comienzo a las jornadas que conmemoran el centenario de su nacimiento.

Semidesterrado
Quizá su primer desengaño fue el propio régimen franquista, que él había imaginado diferente. «En el 42 supo darse cuenta de que el franquismo no era suficiente. Deseaba un régimen fascista de verdad, y esta es la razón por la que dimite de todos sus cargos», explica Jordi Gracia, responsable junto a Jordi Amat de la reciente edición de las «Cartas íntimas desde el exilio» (Fundación Banco Santander), del propio Ridruejo. Así, su «deserción», lejos de ser un primer síntoma de desacuerdo con los postulados franquistas, fue la decisión que, sin saberlo, iba a convertirlo en uno de los mayores defensores de la democracia en la Europa de la época. «Semidesterrado por España, cultiva un entorno muy diferente, y sus lecturas de Joan Maragall, Josep Pla y Unamuno lo convierten en otra persona», añade Gracia.

Su compromiso con España casi podría ser definido de masoquista: su dimisión colocó a su familia en una situación muy delicada, lo obligó a exiliarse y, no satisfecho con el desplante al régimen, y en una actitud de responsabilidad ciudadana con escasos antecedentes, dedicó innumerables esfuerzos a enmendar su error: «En los sesenta sigue convencido de la necesidad de mostrar su oposición y de convencer a los franquistas de que el régimen no era el modelo adecuado para que España avanzara», cuenta. Andrés Trapiello, otro de los encargados de analizar la trayectoria de Ridruejo, quien destacó un hecho que explica la nervosidad con la que el autor se entregó a la causa fascista: «Empieza su labor política a los 23 años. Muy joven se convierte en jefe de la secretaría general de propaganda. Tiempo después reconocería que no sabía inocular la vacuna del nacional fascismo porque no conocía el virus republicano», añade Trapiello. Una idea, en definitiva, que refrenda aquella de su admirado Unamuno: «Chicos de entre 19 y 23 años nos metieron en la guerra».

Trapiello, más interesado en su poesía que en su vida política («sus vaivenes de pensamiento me aburren», dice), sí que le concede un mérito social de trascendencia: «Sin saberlo, ayudó a construir eso que se llama la "tercera España". De la suya desertó, y en la otra no podía estar». Pero no fue esta una aportación voluntaria; su amor por la literatura no sólo le condujo a la democracia, sino que le hizo entender desde muy pronto lo absurdo de tener sólo en cuenta el arte «aprobado» por el régimen: «Sus ídolos eran Unamuno, Machado y Azorín, modelos de sencillez en contraposición a su temperamento barroco. Se niega a renunciar a esta literatura», explica Trapiello. Otro amante de su lírica y ponente en el coloquio conmemorativo, Jorge Martínez Reverte, destacó que «las mejores cartas que se han escrito en España son suyas. Tienen la autenticidad propia del exilio. También soy gran admirador de sus memorias», contó el escritor, que denominó a Ridruejo como «un agitador cultural, tanto desde el poder como desde el exilio».

Sin conocer la libertad
La unión entre la dimensión política y literaria es probablemente lo que hace de Ridruejo uno de los intelectuales más singulares de la era contemporánea. Su prosa política, calificada ayer también como «la mejor que se ha hecho nunca en España», junto a sus cartas y memorias son sólo una parte de la producción de un escritor eminentemente poeta. Es precisamente esta perspectiva, unida a la de lector incansable, la que no varió durante toda su vida por mucho que sí lo hicieran sus convicciones políticas, y la que transformó su pensamiento. «En los cincuenta todavía no es un demócrata. Pero lee y medita», explica Gracia. Así lo recordó Eugenio Nasarre, presidente del Consejo Federal Español del Movimiento Europe, que conoció personalmente a Ridruejo: «Su paso del falanguismo a demócrata no es, como él decía, una caída del caballo, ni un oportunismo. Todo fue fruto de una profunda reflexión».
José Manuel García-Margallo, que conoció al escritor en 1974, subrayó que acontecimientos como éste «no son simples actos de recuerdo. Significan el trinfo de la razón sobre la fuerza. La democracia sobre la arbitrariedad», asegura el ministro. Coincide con Ridruejo en que, «en la Guerra Civil desapareció lo moderado y quedaron sólo los extremos, que se enfrentaron», y destacó el valor de un hombre que, «cuando lo tenía todo, sufre la gran frustración».

El ministro también se lamentó de que «no pudo ver el triunfo de la libertad. Ni la Constitución, que es lo que ahora hay que defender». En este sentido, García-Margallo aprovechó la ocasión para reivindicar el papel de Cataluña en España: «Cataluña tiene la responsabilidad de liderar el progreso de todos los pueblos peninsulares». En este sentido, utilizó las palabras del propio Ridruejo, que tras su dimión de todos los cargos del régimen franquista, pasó largas temporadas en diversas localidades catalanas. «Como decía este autor, nadie se salva solo, ni en España ni en Europa. Cataluña es de todos los pueblos españoles el que mejor asimila el espíritu de modernidad, y eso comporta derechos y responsabilidades». Además, hizo hincapié en el derecho de Cataluña a que «nadie estrangule su capacidad para avanzar hacia el progreso». Todo ello en un acto en cuyo escenario lucieron las banderas española y europea, y que no dejó de recordar la importancia de la libertad, esa que ayer permitió celebrar el nacimiento de Dionisio Ridruejo.

Fundador de AP
El 1 de marzo de 1977 el notario firmó el acta fundacional de Alianza Popular. Allí estaban, entre otros, Manuel Fraga, Jose Maria de Areilza o Dionisio Ridruejo. Curiosamente, su sobrino, Félix Pastor Ridruejo, que llegó a ser presidente del Partido, jugó un papel clave en él, ya que fue la persona que advirtió a Manuel Fraga de que debía fijarse en uno de sus militantes que vivía en Logroño, José María Aznar, que con el tiempo, sería el primer presidente del Gobierno de aquel partido que fundara su tío.