España
OPINIÓN: No hay político sin persona
La amistad que me une a Mariano Rajoy no parece, a priori, un aval de objetivad para analizar las cualidades de su liderazgo. Tengo un punto a favor: su propia biografía. El famoso «por sus hechos los conoceréis» dota a Rajoy de un depósito de confianza y fiabilidad vital para los tiempos que le va a tocar gestionar cuando los españoles lo elijan presidente del gobierno. Ya en el origen apuntaba maneras de excepcionalidad. Lo primero, la formación. Posee una sobresaliente carrera profesional que comenzó como el registrador de la propiedad más joven de España. Es bueno para las nuevas generaciones resaltar que el Rajoy público hunde sus raíces en un profesional preparado. De ahí derivó un líder político con los mismos atributos de brillantez.
Hombre de ideas y de valores, Rajoy ha destacado siempre como un dirigente de Estado, capaz de armonizar la necesaria flexibilidad con el imperativo de la firmeza. Dio muestra de capacidad de diálogo como oposición con Aznar, cuando fue el muñidor de los pactos autonómicos con el gobierno de González, y demostró, ya en el Gobierno, la firmeza de sus valores frente a las exigencias injustificables de algunas minorías. Si a ello unimos su dilatada experiencia en todos los ámbitos de las administraciones y ese saber estar al pie del cañón en crisis como las del «Prestige», estamos ante la biografía política más experimentada de la reciente historia de España.
Tras unos años dominados por unos gobiernos socialistas sin el ton de la aptitud y sin el son de la responsabilidad, Rajoy emerge como el líder oportuno para un momento de extraordinaria complejidad.
Los españoles ya saben, por el sufrimiento de las estrambóticas políticas de los últimos gobiernos socialistas, que el sentido común es, en algunos políticos, un hecho extraordinario. En Rajoy, el sentido común es un hecho natural como lo es en la persona de Mariano el sano ejercicio del buen humor.
Lo digo sin petulancia: Rajoy será un gran presidente porque es un político excepcional y una persona con la virtud de la buena gente, como decimos los andaluces. De esa conjunción se ha llenado el depósito de confianza de los españoles en su liderazgo y en nuestro proyecto.
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