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La Razón
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El debate de investidura de Mariano Rajoy a la presidencia del Gobierno con el que se inauguró ayer esta nueva etapa política de España y que tuvo como principal contrincante al ya líder de la oposición Alfredo Pérez Rubalcaba, no fue un diálogo de besugos, sino más bien de sordos. Ninguno de los dos dirigentes se apartó un milímetro de lo que les hemos escuchado hasta ahora por activa o por pasiva y hubo, incluso, momentos que nos retrotrajeron al ya famoso «cara a cara» celebrado en la Academia de Televisión y que Antena 3 ofreció en rigurosa exclusiva a comienzos de la campaña electoral. Rajoy centró su intervención abordando aquellos asuntos que más preocupan a los españoles y recordó que él siempre va de cara y que nunca dirá cosas que no sean ciertas o no se puedan cumplir, e instó a todos los diputados a sumarse al esfuerzo que España necesita para que nuestros hijos nunca puedan quejarse de la herencia que les dejamos. En el capítulo de medidas urgentes, Rajoy detalló en qué consistirá la estabilidad presupuestaria, con medidas de alcance hasta reducir en un 60 por ciento el nivel de deuda alcanzado. También propuso fijar el déficit estructural de las Administraciones Públicas en un 0,4 por ciento y una reforma a fondo de éstas que incluirá la supresión de organismos autónomos y otras agencias y entidades públicas. En su línea de mantener los impuestos congelados, indicó que no se tocarán las pensiones y no se subirá el IVA, hecho éste que asfixiaría aún más a las pymes y a los autónomos, toda vez que anunciaba una amplia reforma laboral que irá acompañada de una reestructuración bancaria que regule al Banco de España y al resto del mapa bancario para sanearlo, incentivar nuevas fusiones hasta lograr entidades más solventes y sólidas. En cuanto a la reforma laboral, el que ya es presidente «in pectore» del Gobierno de España anunció una profunda reforma de la negociación colectiva, primar la resolución extrajudicial de los conflictos, fomentar la eficacia del mercado laboral y cambiar el sistema de «puentes» festivos para trasladar esos días a los lunes más cercanos a los descansos. En el mismo paquete se compromete a luchar contra los comportamientos abusivos en el ámbito del trabajo y el absentismo, conciliar la vida laboral y familiar y la igualdad de hombres y mujeres en ese ámbito. Lanzó la promesa de una Plan de Empleo Juvenil, con bonificaciones del 100 por cien de las tasas a la Seguridad Social y una ayuda de 3.000 euros a las empresas por la contratación de su primer trabajador. En cuanto a las reformas estructurales abogó por la regeneración democrática, el pacto por la austeridad, los nuevos modelos de gestión en las televisiones públicas, los controles a los gestores públicos, la reforma del Tribunal Constitucional y, adelantó, la puesta en marcha de una ley de transparencia, buen gobierno y acceso a la información pública para el primer trimestre de 2012. En resumen, lo que necesita España para recuperar su prestigio, salir de la ruindad en la que nos metió Zapatero y sacar a las naves de ese mar encabritado lleno de arrecifes al que nos condujo el PSOE. Las políticas sociales, el pacto por la Sanidad, el cambio del modelo educativo incentivando la enseñanza obligatoria gratuita, el bachillerato de tres años y un plan nacional de calidad en la Educación son otras de las propuestas ayer anunciadas. La supresión de las prejubilaciones, la reforma del sistema energético, el apoyo a la innovación empresarial y un plan integral de turismo, completan esa carta de navegación que nos guiará en cuanto pasen las fiestas navideñas. La oposición habló de lealtad pero esbozó sus planes futuros: «El Estado de Bienestar no se toca o...» O la que se va a armar en este país nuestro en cuanto empiece la nueva Gobernación, porque no se habló de nada más, sino de que Rajoy no aporta nada y lo que viene son recortes y más recortes. ¿Les suena? Rubalcaba ya no necesita camuflarse en el RB, Alfredo, compañero..., porque como decía aquel pareado «Rubalcaba ya no existe, Don Alfredo lo perdí y lo que hoy sólo me queda, es el Pérez de mi padre que no sirve pa' ir por ahí». Mejor estuvo Duran Lleida que siguió su guión a pies juntillas y recordó, por si a alguien se el había olvidado, que la locomotora se llama Cataluña y ésta reclama mejor trato.