Kiev
España no es la Selección por César Vidal
Como era de esperar –a mi, al menos, no me ha sorprendido– el triunfo de la Selección nacional de futbol ha provocado una verdadera avalancha de optimismo sobre nuestra actual situación. Las majaderías que se están diciendo y escribiendo al respecto son dignas, en algunos casos, de verse analizadas por un psiquiatra competente. Se ha repetido que la Selección es una clara muestra de lo que verdaderamente significa España y, por lo tanto, la copa debería repercutir en un descenso de la prima de riesgo o incluso hay quien ha atribuido el triunfo deportivo a la Contrarreforma, interpretación que no deja de causarme escalofríos no sea que el necio que la propugna decida multiplicar en nuestro futuro los éxitos levantando hogueras para herejes. España –por desgracia – no es su Selección de fútbol y la victoria en Kiev no va a solucionar nuestros problemas. Con todo, sí resulta interesante determinar cuáles pueden ser las razones para que una nación que va tan rematadamente mal en cuestiones esenciales pueda, sin embargo, tener una Selección nacional que, según me cuentan, es de lo mejor. La primera causa es la composición de la selección y la de otras entidades. Como todo el mundo sabe, mi ignorancia futbolística es total y absoluta, pero todo el mundo me asegura que a la Selección sólo llegan los mejores. En otras palabras, jugar en sus filas no es tanto un chollo como un reconocimiento de competencia y una responsabilidad indiscutibles. Imagínense lo que sería esa Selección si hubiera seguido el patrón de nombramiento de gobiernos de todo tipo, consejos de las cajas de ahorros o configuración de las cúpulas dirigentes. De entrada, la camiseta rojigualda la vestiría un número no pequeño de liberados sindicales que, como es habitual en ellos, serían menos vistos en el puesto de trabajo que en el barco del holandés errante en alta mar, pero que, sin embargo, cobrarían como el que más. Otra parte de la Selección estaría formada por amigos y partidarios. Podrían ser tontos de remate y llevarse las camisetas para revenderlas, pero nadie les quitaría su cuota. También tendríamos un porcentaje nutrido de nacionalistas catalanes y vascos. Se ocuparían de que la selección no pudiera ganar y además quedara en ridículo, pero, por supuesto, asegurándose previamente de cobrar jugosas cantidades. Finalmente, algunos puestos se entregarían a los lobbies gay y feminista sin discusión y por eso de que la Selección tiene que ser más progresista que ninguna. ¿Se imaginan ustedes el resultado final? Hasta yo que no entiendo de fútbol soy capaz de ello. Y es que ahí reside la primera diferencia entre la marcha de la Selección nacional de futbol y buena parte de la vida española. La primera se ha confiado a los mejores; la segunda, a gente que si tuviera que ganarse la vida honradamente estaría en el paro.
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