Valladolid
Enrique Cornejo: «Para poder hacer teatro tuve que boxear»
–Con el currículum que tiene parece que ha vivido varias vidas, ¿se conserva así de bien gracias al deporte?
–Pues entre otras cosas. Al deporte le debo mucho del bienestar físico y psíquico de mi vida.
–Creo que antes de alcanzar el éxito en el teatro tuvo que dar algunos puñetazos, ¿no?
–Sí, empecé con el boxeo porque fue mi primera oportunidad para tener una carpa de teatro. Yo tenía una carpa, que me prestaba el entonces presidente de la Federación, el médico de Franco, Vicente Gil, y hacía nueve meses al año teatro y tres, boxeo. Había varios combates por certamen y yo era uno de los boxeadores de fondo. No es que tuviera madera de campeón ni que pretendiese serlo, pero era un boxeador fino, «un fino estilista», decían.
–¿Ésa es toda su relación con el deporte?
–Siempre he estado vinculado al mundo de la gimnasia y soy seguidor fiel de todo tipo de deportes. Pero la disciplina que mantuve hasta los 20 años me dejó marcado. El deporte te marca unas normas de comportamiento contigo mismo que además del físico te permiten tener el estado psíquico oportuno.
–Pero no es usted el presidente del Atlético de Madrid, ¿no?
–No, no… Es Enrique Cerezo, que es buen amigo mío, pero sí, me confunden. Una vez en un restaurante había un señor que no paraba de decirme lo que me apreciaba y me admiraba y al cabo de un rato sacó un carnet del Atlético y me dijo que llevaba cuarenta años de socio… Por no desilusionarle le dije: «Persevere y se lo agradezco mucho».
–Por cierto, ¿cuál es su equipo de fútbol?
–Soy de Valladolid, porque es un equipo muy luchador y soy del Atlético de Madrid porque me parece que de los dos grandes tradicionales de Madrid ha sido el que más zozobras ha experimentado. Pero también lo soy del Real Madrid porque igual conocí a don Vicente Calderón que a don Santiago Bernabéu, dos caballeros. Así que soy de ambos.
–Ha dirigido buena parte de los teatros de Madrid y ahora dirige el Teatro Zorrilla de Valladolid. Hay quien piensa que los teatros de provincias son de Segunda División…
–En este caso se confunden. Es un Primera División, campeón además. Valladolid está en vanguardia de público y de programación. Tiene un público muy entendido y técnicamente está a la altura de los mejores de Europa.
–Tiene usted premios como para dejar llena una estantería. ¿El reconocimiento es lo que hace al artista, al deportista y al empresario teatral?
–Es un estímulo, pero los premios nunca son exactos y justos, lo más importante es el reconocimiento a la trayectoria. Aunque siempre es bonito que le recuerden a uno.
–Pero yo creo que no llegaría a tanto si no tuviese un buen entrenador o entrenadora, que es lo que tiene usted en su espléndida mujer, Mamen Díaz.
–Yo tengo un ángel que el destino me ha otorgado por mi edad, que es avanzada, y también por mi condición de hombre trabajador. Mamen ocupa mi vida plenamente y desde luego influye muchísimo en mi trayectoria.
–El mundo de la cultura se queja de que los políticos apoyan más al mundo del deporte, ¿es cierto?
–Es cierto porque muchas veces, por desgracia, los políticos no son cultos y no es lo que más les inclina de su vocación de ocio; además, como el deporte es más de masas creo que piensan que les puede dar más votos… Y están equivocados.
–¿Y los deportistas son aficionados al teatro y a la cultura?
–A los deportistas les veo poco en la cultura y, sobre todo, en el teatro. Yo creo que deberían romper el tabú y acercarse más a la cultura, porque es el poso que queda tras los años, cuando ya no puede haber una dedicación plena al deporte.
En primera persona
«Nací en Valladolid en 1941. Se puede decir que estoy casado y unido felizmente a la mujer de mi vida. Me siento orgulloso de mi hijo, de mi pareja, que es un ser excepcional, de mis amigos y de haber sido aceptado por la vida. Me arrepiento de muchas cosas y de ninguna, de lo que he hecho mal, sobre todo si he podido dañar a alguien. Valoro la lealtad, la amistad y el talento, y detesto lo hipócrita y la ambición desmesurada. Soy trabajador, legal y amigo.
Perdono y olvido lo feo y lo malo rápidamente. A una isla desierta, si hubiera electricidad, me llevaría mi música, mis poemas y un manual de supervivencia porque soy muy mal organizador de la naturaleza. Soy un maniático del orden y sueño con un pasado amplio de experiencias con seres que he querido. De mayor me gustaría ser lo que soy y si volviera a nacer sería lo mismo».
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