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El don de escuchar crecer la hierba por Ana Pastor
Don Manuel solía decirme que quienes como él llevaban a gala su condición de vilalbeses no veían crecer la hierba porque poseían el don de poderla escuchar al crecer. Él mismo fue un ejemplo de esa manera de encarar la vida. Escuchó en primera línea de la política cómo España se desperezaba de siglos de atraso, cómo encaraba el futuro convencida de que la libertad, la concordia y el diálogo no eran tanto una oportunidad como una necesidad. Hasta tal punto es así que la historia reciente de nuestro país no se comprende sin su figura. Manuel Fraga fue uno de los padres de nuestra Constitución y fundador de un partido que ha gobernado y gobierna en España. Convencido de que las utopías siempre pierden la batalla con la naturaleza humana, fue hasta el último de sus días un hombre que atendió a la razón. A él se debe, como recordaba Gerardo Fernández Albor, que el turismo siga siendo hoy una de las primeras industrias de nuestro país. Hay biografías vacías y biografías cuajadas, ninguna seguramente exenta de tropiezos. Fundó Alianza Popular, un partido que ha sabido canalizar la expresión y sentimientos de una buena parte de los españoles. Uno de los mayores legados es su apuesta en contemplar de una vez por todas al adversario político no como un enemigo, sino como alguien que no piensa como nosotros y con el que es posible y necesario llegar a un entendimiento. Además, don Manuel fue el modernizador de Galicia. Durante sus años como presidente de la Xunta supo que el galleguismo podía equilibrarse con el sentido de Estado sin que ninguno de los dos sufriera merma.
Pero más allá de todo eso está, para quienes trabajamos a su lado, para quienes tuvimos la suerte de poder aprender de él, su legado personal. Infatigable trabajador, dueño de un carácter definido y poderoso, ha sido capaz de alternar momentos de absoluta resolución con otros de callada ternura, pero siempre ejemplar. Insobornable, conciliador e inasequible al desaliento que provoca la vida política. En realidad, Manuel Fraga demostró desde los inicios al servicio del bien común hasta el final de su carrera política, en el Senado, que siempre fue el primero en llegar. En la dolorosa hora de su muerte se hace necesario recordar su figura, pues representa una forma de entender la política que supo vivir de forma intensa y para los demás. Los retos que nos aguardan a la vuelta sólo los podremos encarar juntos, como él supo que había que emprender la extraordinaria aventura de la Transición.
Quienes hemos estado cerca de él sólo podemos estarle agradecidos, pues nos enseñó que escuchando crecer la hierba es como mejor podremos escuchar crecer a un país entero. Sin prisas, sin utopías. Jamás lo olvidaremos.
Ana Pastor
Ministra de Fomento
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