Irak
Guerras a la carta
La política es cuestión de prioridades y la guerra, se considere cínico o no, también. Basta recordar que el speechwriter de Bush, David Frum incluyó en el Eje del Mal a Corea del Norte junto a Irak e Irán de pura carambola.
El lugar de la potencia nuclear en la lista lo ocupaba originalmente Siria, pero aquello sonaba antimusulmán, así que se dio el cambiazo sin mayores complejos. Es un caso extremo pero vale para subrayar que el problema hoy no es que parezca que la vida de un libio vale más que la de un sirio, que lo parece. La cuestión es que contra Gadafi se puede promover una intervención, incluso chapucera y ciclotímica, que es inviable contra Asad por media docena de razones. Una primera tiene que ver con la legitimación: no son comparables las atrocidades de uno y otro tirano.
Una segunda determinante está vinculada al respaldo político y diplomático: Rusia no toleraría una guerra en su antiguo patio trasero. Incluso con el boicot de Moscú cabría el uso de la fuerza, y ahí está el precedente de Kosovo. Pero de nuevo, y siendo lamentable la pérdida de una sola vida humana a manos de un criminal, las comparaciones con las carnicerías de Milosevic frenan el eventual fuego contra el régimen baasista. Bush dejó un mundo convulso por exceso pero Obama podría hacer lo mismo por defecto. Al ser laureado con el Nobel de la paz proclamó que nunca impulsaría guerras estúpidas. Pero puede resultar estúpido y frustrante que el hegemón por excelencia asuma a medias su papel en el impulso de una primavera árabe que es ya algo más que un espejismo.
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