Historia

Nápoles

El «otro» Javier Moro visita Fitur costura por Jesús MARIÑAS

Resulta imparable y sus objetivos van más allá de otros tan exóticos como el de «La pasión india», auténtico «best-seller».

El «otro» Javier Moro visita Fitur costura por Jesús MARIÑAS
El «otro» Javier Moro visita Fitur costura por Jesús MARIÑASlarazon

Curioso impenitente, Javier Moro se dejó caer por Fitur y sólo se topó con una Cari Lapique encorajinada contra su siempre íntimo Julio Ayesa. Sobre él,soltó improperios y hasta amenazas. Ella promocionaba la agenda turística que representaba y no vió al «bont vivant» navarro, ejemplo permanente –¡y envidiadísimo!– de «dolce far niente».
«Que el novio, o lo que sea, de Patricia Rato no soy yo», casi se excusaba el novelista ante quienes le felicitaban por su inexistente romance con la ex de Espartaco, una gente adorable que ahora supera el mal trago de la orfandad. Rato era un gran tipo, ya no quedan empresarios así, tan emprendedores y arriesgados. Curiosa coincidencia de nombres y apellidos, ambos tan cercanos al Patrón de las Misiones que fue el tema principal en el pabellón pamplonica donde la presidenta Foral no se dejó ver, al igual que otros titulares comunitarios. Manuel Cobo estrenó cargo, como Cristina Cifuentes, delegado de Gobierno en medio del júbilo general. Pero las apariencias engañan y pisó el cargo con buen pie siempre realzado por los altísimos tacones que le gustan tanto como llevar recogida su larga melena. Una política querida y admirada que no se fía de las apariencias.
«Ya empezarán los palos, no me cogerán desprevenida», le oyeron decir la otra tarde saliendo del Hotel Palace en medio de la curiosidad tan generalizada como la despertada por el aire bohemio de Javier Moro. Mismo nombre y apellidos pero qué distinto aspecto el del industrial talaverano unido desde hace más de un año a Patricia. Todo empezó al coincidir en el Parador Nacional de Mérida a consecuencia de su larga amistad, y en seguida intuyeron que había más que casualidades. El Moro escritor ríe y ya no se sorprende de que lo relacionen con ella, siempre tan exquisita y dulce.
Y mientras, Barcelona prepara estos días la nueva edición de su Fashion Week en la que el casi nonagenario Pierre Cardin ofrecerá desfile y lección magistral en la clausura –en realidad, se llama Pietro Cardini y nació en Nápoles, Francia se lo apropió como en tiempos a Charles Aznavour, de origen armenio, o Ives Montand, también mediterráneo–. Ya no es ni sombra creadora de lo que fue, un revolucionario en los pasados años 60. Compitió con el español –otro adoptado por Francia siempre arrimando el ascua a su sardina– Paco Rabanne, a quien Chanel llamó despectivamente «el metalúrgico». Son incidencias ahora recordadas en el principio de los desfiles de la Alta Costura casi en extinción. Qué diferente la semana que hoy se inicia con tan sólo una decena de desfiles, con los casi treinta de veinte años atrás, donde el entonces creativo Gianni Versace –nada que ver con las recreaciones poco inspiradas de su hermana Donatella– era piloto de segunda mesa frente a De la Renta, Pour Balmain, Valentino, Chanel, Gianfranco Ferré, Givenchy siempre exquisito, St. Laurent o el suntuoso Lacroix, el último auténticamente grande de las pasarelas, jubilado antes de tiempo por los árabes que compraron su empresa. Únicamente es un recuerdo glorioso de tiempos mejores. ¡Ay! Nostalgia hecha carne arlesiana de genio único.