Ceuta

Los legionarios dan lustre a una jornada de lluvia

El Cristo de la Buena Muerte se arriesgó y procesionó por la tarde

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Sevilla/Málaga- Las tropas legionarias, procedentes del Tercio «Duque de Alba», con sede en Ceuta, desembarcaron ayer en el puerto de Málaga para trasladar al Santísimo Cristo de la Buena Muerte desde su templo hasta la casa hermandad, en un tradicional acto al que asistieron miles de personas. Fue lo más destacado de la jornada, que vio cómo por la tarde la lluvia impidió procesionar a Misericordia, Zamarrilla, Santa Cruz, Viñeros y La Cena. No así la cofradía del Cristo de Buena Muerte y Nuestra Señora de la Soledad, que desafió al mal tiempo e hizo el recorrido oficial aunque acortó el trayecto de vuelta.
Antes, se vivieron imágenes tradicionales que no dejan de sorprender. Los legionarios llegaron a la capital al borde del buque contramaestre «Casado» a las 12:00 horas y, tras pedir permiso para iniciar los desfiles, marcharon por las calles hasta la iglesia de Santo Domingo, situada en la plaza Fray Alonso de Santo Tomás.
Una docena de militares entraron en el templo donde se encuentra la talla conocida popularmente como Cristo de Mena y la transportaron hasta la plaza.
El crucificado, que en algunos momentos fue sostenido a pulso por los soldados, fue trasladado hasta la casa hermandad, donde los hermanos de la cofradía lo colocaron en su trono para su posterior salida.
En Sevilla no hubo suerte. «Han dado lluvia hasta las nueve de la noche», «Yo he visto en internet que a las seis hay una tregua», «El frente va a pasar y a última hora de la tarde dejará de llover», «El Valle y La Quinta Angustia seguro que salen»... Cada sevillano tenía ayer su particular pronóstico en una tarde en la que la lluvia rompió por completo el Jueves Santo. Niguna cofradía pudo hacer estación de penitencia porque las precipitaciones, que cayeron incesantemente desde la mañana, se encargaron de aguar las pocas ilusiones que albergaban los nazarenos de la jornada.
Desgraciadamente, las cofradías del Jueves Santo están acostumbradas a la incertidumbre meteorológica. El día central de la Semana Santa, el de la visita a los sagrarios, el de los paseos con mantilla y los nervios en el cuerpo ante la inminencia de la Madrugá se ha ensombrecido en la última década en años alternos. Ninguna hermandad se ha salvado del mazazo del agua, el único elemento capaz de frenar a la tradición.
Pero la inestabilidad no cogió con el pie cambiado a ninguna junta de gobierno. Desde antes del Domingo de Ramos se anunciaba que los últimos días de la Semana Santa serían de lluvia. Además, ya se contaba con el precedente del Martes Santo, una jornada en la que ninguna cofradía pudo hacer estación de penitenicia y, la que lo intentó, se mojó nada más salir de su templo.
La Semana Santa encara su recta final deslucida por la lluvia, que se ha convertido en la triste protagonista.