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OPINIÓN: Eucaristía y solidaridad

La Razón
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La fiesta de Corpus Christi, tan arraigada en nuestra tradición religiosa, es la fiesta de dos amores: el amor a Jesucristo, realmente presente en el sacramento de la eucaristía y el amor a los hermanos, que son como otro Cristo. Ambas dimensiones son inseparables. Ya desde los primeros siglos se da en la Iglesia esta tradición, muy arraigada, que vincula visiblemente la celebración de la eucaristía con la caridad fraterna.
Por eso tiene un sentido profundo que en la fiesta de Corpus Christi celebremos el día dedicado a la caridad, y sobre todo a Cáritas, la institución de la Iglesia que tiene la misión de llevar a cabo el servicio de la ayuda a las personas más necesitadas.
Cáritas Diocesana ha centrado las campañas de los últimos años en el lema «Una sociedad con valores es una sociedad con futuro». Y el valor principal que esta institución tan querida nos invita a promover es el de la solidaridad. Corpus nos invita a hacer real nuestra solidaridad. No podemos permanecer inactivos ante el hecho que se impone: que la desigualdad social va en aumento. Cada día somos más conscientes de ello porque constatamos las consecuencias: encontrar un trabajo cuesta mucho, y todavía más que sea estable y en condiciones dignas; un buen número de pequeñas empresas se ven obligadas a cerrar; la vivienda es una gran preocupación para muchas familias que se encuentran en la situación de perderla; las personas inmigradas son las que más suelen sufrir la crisis actual.
El lema de la actual campaña del Día de la Caridad es una invitación a dar una respuesta generosa, según las posibilidades de cada uno. «Las cosas importantes se hacen de corazón», nos dice Cáritas, invitándonos al compromiso social. El compromiso nace de una opción de vida que nos hace estar presentes en la realidad que nos toca vivir, con la conciencia abierta al mundo y a las personas que lo forman. Y este talante es el que mueve a las personas que trabajan en Cáritas, con gestos sencillos y prácticos para ponerse al servicio de las personas en situaciones difíciles, a fin de que puedan recuperar su autonomía personal.
En este Día de la Caridad quisiera recordar que la caridad no se opone a la justicia, sino que es la expresión del amor verdadero. Lo afirma Benedicto XVI en su primera encíclica: «El amor siempre será necesario, incluso en la sociedad más justa. No existe orden estatal, por justo que sea, que haga superfluo el servicio del amor». Y en su exhortación apostólica sobre la eucaristía hace esta afirmación, muy oportuna en esta jornada de Cáritas: «Desde el principio, los cristianos han procurado compartir sus bienes y ayudar a los pobres. La colecta en las asambleas litúrgicas no sólo nos lo recuerda expresamente, sino que su necesidad es también muy actual. Las instituciones eclesiales de beneficencia, en particular Cáritas en sus diversos ámbitos, desarrollan el precioso servicio de ayudar a las personas necesitadas, sobre todo a las más pobres».
Por ello, en este día no dudo en pedir ayuda económica a favor de nuestra Cáritas, que en estos momentos de crisis vive con intensidad la solidaridad efectiva con los más necesitados. Deseo dar las gracias a los trabajadores y a los numerosos voluntarios de Cáritas que se esfuerzan en dar respuesta a las personas, cada vez más numerosas, que nos piden ayuda. Felicito a las parroquias de nuestra diócesis que mantienen o crean iniciativas para dar respuesta a las crecientes necesidades que muchas personas tienen, dando así testimonio de verdadero sentido social. Y felicito a las instituciones y personas que ayudan a pobres y necesitados.