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Tahrir vuelve a rugir

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EL CAIRO- La batalla por el poder entre los Hermanos Musulmanes y el Ejército ya he empezado, dos días después de las elecciones presidenciales en las que la organización islamista se ha declarado vencedora. La Hermandad reafirmaba ayer que su candidato, Mohamed Mursi, es el ganador y, a la espera de la confirmación oficial por parte de la Comisión Electoral egipcia, presentaba datos para respaldar su victoria, dejando claro que no son estimaciones o proyecciones, sino los resultados recogidos en los más de 13.000 colegios electorales de todo el país. Según el partido de los Hermanos Musulmanes, Libertad y Justicia, Mursi habría obtenido 13.242.657 de votos, esto es el 52% de los sufragios.

Con la certeza de contar con el apoyo popular, los Hermanos Musulmanes lanzaba ayer su primera gran ofensiva en la calle, llamando a grandes manifestaciones en la plaza Tahrir, epicentro de la revolución contra Mubarak, para protestar contra la disolución del Parlamento el jueves pasado, dictaminada por la Corte Constitucional y puesta en práctica por la Junta Militar que gobierna de facto el país desde enero de 2011. El domingo, los militares se hacían oficialmente cargo del poder legislativo y limitaban los poderes del presidente, a través de una declaración constitucional adicional, culminando así su golpe de Estado «suave».

Liderados por los Hermanos Muslmanes, decenas de miles de personas llenaban ayer la plaza Tahrir para protestar en contra de las últimas decisiones de los generales pero también para celebrar la victoria de Mursi, que prácticamente nadie pone en duda. Algunos partidos y movimientos apoyaban la convocatoria, pero las fuerzas revolucionarias no han hecho frente común detrás de la Hermandad. Ésta prometía continuar «la revolución para asegurar la soberanía del pueblo egipcio y evitar el dominio de la Junta Militar y su golpe contra la democracia».

Antes de tener el respaldo de las urnas, los Hermanos Musulmanes no se atrevían a hablar claramente de «golpe», pero la escalada verbal ha sido evidente en las últimas horas y el grupo se prepara para una dura lucha a nivel institucional, en la calle y también en los tribunales. Ayer un tribunal de El Cairo posponía hasta septiembre la decisión sobre la legalidad de los Hermanos Musulmanes, que fueron prohibidos en los años 50 aunque han seguido operando en Egipto, donde desarrollaron en las pasadas décadas una extensa y potente organización. Siempre han sido perseguidos por el Estado, que veía en ellos una amenaza, y se teme que ahora vuelva a reprimirlos para tratar de limitar su ascenso al poder.

La lucha entre las nuevas y las viejas fuerzas dominantes de Egipto será muy dura, y nadie parece dispuesto a ceder. El candidato mubarakista Ahmed Shafiq desafiaba ayer de nuevo la victoria de los Hermanos Musulmanes y se declaraba oficialmente ganador. Su equipo de campaña comparecía en rueda de prensa afirmando que Shafiq había obtenido un 51,5% de los votos, dando la vuelta a los resultados ofrecidos por la organización islamista, aunque sin presentar datos detallados como sí hicieron los Hermanos. Shafiq tampoco se ha dejado ver en público desde que votó el sábado pasado, pero su campaña se muestra confiada en que la Comisión Electoral confirmará la victoria del ex hombre del dictador. El órgano oficial ha dicho que todavía se está llevando a cabo el recuento en 14 provincias de las 27 del país, y ha destacado que no se podrán conocer los resultados definitivos hasta que se sumen todos los votos, se revisen de nuevo y se estudien todas las denuncias presentadas. Ayer cerró el plazo para ello y el jueves se esperan los resultados oficiales.

Mientras, el Centro Carter, una de las poquísimas organizaciones internacionales que ha podido supervisar las elecciones, se dijo ayer «profundamente preocupado» por el contexto político e institucional «que pone en duda el sentido y el propósito de los comicios» presidenciales.
Este contexto también hace presagiar un futuro próximo oscuro y confuso para Egipto, tanto de cara a la batalla por la Presidencia como a la guerra más amplia por el poder. Como indicativo de esta circunstancia, la bolsa egipcia se desplomaba ayer ante los augurios de más inestabilidad política e institucional, así como de más protestas en las calles. Los pasados 15 meses de tumultuosa transición, en la que la situación económica ya de por sí mala ha empeorado notablemente aumentando el sufrimiento de la población (se calcula que un 40% de los 80 millones de habitantes son pobres), ha llevado a Egipto a territorio peligroso.

En el índice de estados fallidos publicado por la revista Foreign Policy, el país ha bajado hasta el lugar 31, siendo el primero Somalia, y se sitúa en la zona roja considerada crítica. Egipto se colocaba en el puesto 45 el año pasado, pero ha degenerado en varios ámbitos, especialmente el económico, el de los derechos humanos y, por supuesto, la deslegitimación del Estado.