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Londres

Las princesas no pueden ser católicas

La monarquía británica es una de las más antiguas de Europa. Desde que anunciaron su compromiso, Kate y Guillermo han traído aires renovados. Hace años habría sido impensable que el heredero se fijara en una plebeya y mucho menos que la pareja hubiera convivido antes del matrimonio.

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Nadie niega que la familia se haya modernizado, pero por mucho que pase el tiempo hay reglas que parece que se mantendrán intactas. Al menos, de momento.Y es que hoy por hoy, la Iglesia de Inglaterra no está dispuesta a que el futuro monarca se case con una católica. La ley que lo estipula es de 1701 y no establece prohibición similar para contraer matrimonio con miembros de otras religiones, como el islam y el judaísmo, o personas abiertamente agnósticas o ateas. Conscientes de que la norma podría considerarse discriminatoria en un país que se caracteriza especialmente por su multiculturalidad, algunos políticos han intentado alguna vez sacar el debate al escenario público.

Primer intento
La cuestión estuvo durante mucho tiempo como una sombra incómoda hasta que en marzo de 2009, el Ejecutivo laborista –entonces liderado por Gordon Brown– confirmó que mantenía conversaciones con Buckingham Palace para abordar el tema. El liberal demócrata Evan Harris llegó a presentar un proyecto de ley en la Cámara de los Comunes, pero las reuniones terminaron sin calendarios concretos y dejaron de nuevo el polémico asunto aparcado. Lo que sí parece viable es que se modifique la discriminación que da al varón prioridad sobre la mujer en la sucesión al trono. Si Kate y Guillermo tuvieran primero una niña y después un niño, ésta estaría por delante de su hermano para heredar la corona.

Tras las elecciones del año pasado, el viceprimer ministro, Nick Clegg, prometió retomar el incómodo tema de la religión como parte de la reforma constitucional que quiere llevar a cabo el Gobierno de coalición. Sin embargo, antes incluso de tomar carrerilla, la Iglesia de Inglaterra le ha parado los pies. Los líderes anglicanos han mostrado su preocupación por el conflicto que se podría ocasionar si se cambia la norma vigente.

Su planteamiento es que si un futuro heredero al trono se casa con una católica, los hijos del matrimonio también serían educados en la fe de la Iglesia de Roma. Esta situación podría generar, a su entender, un problema constitucional, ya que el monarca además de Jefe de Estado, es el Gobernador Supremo de la Iglesia de Inglaterra y no tendría sentido que en última instancia tuviera que rendir cuentas al Papa y El Vaticano.

El poder de la Iglesia
Según aseguró un portavoz de la Iglesia anglicana a LA RAZÓN, «la Iglesia no tiene el poder de aprobar o derogar una norma, pero sí el derecho a dar su opinión sobre temas y plantear a los políticos sus consideraciones». En la Cámara de los Comunes, bastantes diputados son anglicanos y en ella existe la representación de 26 obispos. Está claro que la Iglesia tiene poder y que, pese a que no puede prohibir legalmente nada, sus palabras se tienen muy en cuenta en Downing Street y en Buckingham Palace. 

«Sabemos que es una ley muy antigua, pero creo que lo que exponemos es bastante razonable y que si se cambian las cosas tendríamos escenarios bastante incómodos», aseguró el portavoz. En el caso de Kate, su confesionalidad nunca ha sido un problema, ya que además de estar bautizada, hace poco se confirmó en una ceremonia privada. Cuando este diario le preguntó al portavoz qué habría pasado si Kate hubiera sido católica, éste aseguró que «no nos pronunciamos sobre hipotéticos».

La propia situación personal de Nick Clegg no hace otra cosa que corroborar la teoría de las autoridades anglicanas. Y es que el viceprimer ministro es un ateo confeso, pero nunca ha escondido que los tres hijos que tiene con la española Miriam González están siendo educados en la fe católica, por expreso deseo de la madre. Aunque en el país hay cinco millones de católicos y muchos aseguran que la norma del siglo XVIII es sectaria, no parece que vaya a cambiar.

Un portavoz del viceprimer ministro señaló ayer a «The Daily Telegraph» que el «Gobierno acepta que hay disposiciones (de la ley) que podrían ser discriminatorias», pero cualquier modificación de «la legislación en materia de sucesión al trono es un asunto complejo y difícil que requiere una consideración cuidadosa y reflexiva». Durante el reinado de Isabel II, dos miembros de la familia real británica, el príncipe Miguel de Kent y el conde de St Andrews, han tenido que renunciar a sus derechos sucesorios tras casarse con católicas.

Brown y Blair no son bienvenidos

Aunque Sir Elton John y su marido estarán presentes en la boda real, no asistirán sin embargo Tony Blair y Gordon Brown. Los ex primeros ministros laboristas –que siempre han mantenido una relación tormentosa– se han quedado con las ganas de entrar en la Abadía de Westminster el día del enlace. El primero siempre mantuvo un vínculo muy tenso con la familia real, que se agravó con la muerte de Diana. El segundo se limitó a mantener una relación estrictamente formal.

Al no ser una boda de Estado, oficialmente no tenían que estar entre los asistentes, pero lo cierto es que su ausencia ha levantado bastante revuelo entre la clase política. Especialmente porque sus antecesores en el cargo, Margaret Thatcher y John Major, sí han recibido la tarjeta aunque Buckingham Palace explicó que es porque estos dos últimos poseen el honor más alto de Gran Bretaña, la orden de los Caballeros de la Jarretera.

Invitados de todos los colores
La boda no deja de sorprender y menos tras conocer la lista definitiva de invitados. A algunas ausencias notables de políticos y jefes de estado, alegando Clarence House que no es una boda que obligue a estas invitaciones de alto copete, se enfrentan otras que dicen lo contrario. Ése es el caso de los representantes de Libia. Hasta el último momento tuvieron preparada la invitación para el embajador mucho antes del conflicto, pero al final no fue entregada, según confirmaron ayer fuentes oficiales. De acuerdo con el protocolo deberían invitar a todos los embajadores en Londres, independientemente del problema diplomático existente. Ése es el caso del príncipe heredero de Bahréin, que el pasado domingo declinó la invitación debido al malestar en su reino, eliminando así una posible situación embarazosa, ya que varios grupos de derechos humanos habían criticado su asistencia.

Pero los principales invitados de la boda por encima de políticos, «celebrities» son los «hermanos de armas» del príncipe Guillermo con quienes ha tenido un gesto. En un tributo a las fuerzas armadas ha invitado a Martyn Compton, de 27 años que sobrevivió un ataque de los talibán en 2006, que le causó tres paros cardiacos, quemaduras en el 75 por ciento de su cuerpo y haber perdido las orejas y la nariz después de 60 horas de operaciones. Otra de los invitados es Holly Dyer, de 30 años, hermana de la teniente Joanna Dyer, asesinada por una bomba en Irak en 2007 y amiga íntima del príncipe durante el adiestramiento.