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Chinos la nueva generación toma el poder
El carácter emprendedor y su cultura del esfuerzo, las claves de su competitividad
Madrid- «Los bazares chinos practican la cultura del esfuerzo que nosotros no hacemos». Estas palabras de Juan Roig, presidente de Mercadona, una de las cadenas de supermercados más importantes del país, reflejan la admiración que despierta este colectivo, que cada vez acapara una mayor parte del pastel del pequeño comercio, con un porcentaje de éxito altísimo. A la vista de las reflexiones de Roig cabe preguntarse si, en un momento como el actual, los españoles deberíamos recuperar valores que forman parte de la filosofía que aplican a diario estos nuevos inquilinos que se abren paso con fuerza.
Los primeros empresarios chinos llegaron a España en la década de los 90 y muchos de ellos han hecho fortuna y han permitido que muchos de sus compatriotas sigan su camino. De hecho, en la actualidad, viven en nuestro país más de 200.000 ciudadanos chinos, de los que 50.000 poseen algún pequeño comercio. Su expansión no se ha frenado en tiempos de crisis y cada vez es más habitual ver un comercio tradicional regentado por un chino. Bares, restaurantes, peluquerías, videoclubes, pescaderías, panaderías e incluso están abriendo mercado en el terreno de las «baby sitters». Otro sector en el que han irrumpido con gran fuerza es el textil, hasta el punto de que la cadena china de tiendas de ropa Mulaya ha sido calificada como la «gran amenaza de Zara». Bien es cierto que este éxito se debe a la facilidad de la producción textil de este país para copiar piezas y venderlas a menor precio.
Para Alfonso Tezanos, presidente de la Federación de Empresarios de Madrid (Fedecam), la clave de esta expansión se encuentra en que «están ocupando los negocios que los españoles regentaban hace 20 años y que ahora no quieren asumir. Sólo ellos están dispuestos a tener abierto un negocio catorce horas diarias durante siete días a la semana. De hecho, según la consultora Nielsen, el 60 por ciento de los nuevos negocios abiertos en Madrid son regentados por chinos». Son negocios que requieren una inversión pequeña y que generan ingresos de forma rápida. La mayoría llega con poco dinero y recurre a los préstamos que les ofrecen familiares o empresarios ya instalados en nuestro país. Suelen ser negocios regentados por familias de al menos cuatro personas, para poder cubrir el horario durante toda la semana. En el caso de la restauración, suelen contratar a compatriotas, con sueldos que rondan los 1.000 euros para un camarero y que pueden llegar a 1.400 en el caso de los cocineros. Eso sí, con un solo día libre a la semana.
Tezanos considera que esta situación le ha generado muy mala prensa a este colectivo y les han llovido todo tipo de acusaciones sin fundamento: «Son muy trabajadores, pagan sus impuestos y a sus empleados, no se les puede pedir más. En nuestra asociación están representados 3.500 pequeños empresarios y todos cumplen con sus obligaciones», añade. Asimismo, explica, hay muchos falsos mitos detrás de este colectivo, que con la dificultad del idioma y el desconocimiento de las leyes españolas tuvo problemas en sus inicios. «El "boom"se produjo en los años 80-90 con los restaurantes chinos. Después comenzaron a abrir los bazares que todos conocemos como «todo a 100» y a principios del 2000 regentaban todos estas tiendas». Cuando el mercados de estos establecimientos se acabó, los chinos entraron en el negocio del revelado fotográfico, y la llegada de la tecnología digital les obligó a reinventarse.
Logros y fracasos
«Este primer grupo de inmigrantes chinos fue haciendo fortuna y son ahora los que controlan la importación y distribución de productos de su país desde el polígono de Cobo Calleja», explica. «Existen dos tipos bien diferenciados. Los primeros comerciantes, los que más dinero han hecho, son los que están más integrados en la sociedad. En cambio, el resto vive en círculos más cerrados», aclara.
Uno de los ejemplos de la integración de este colectivo en la sociedad española es el de Chen Sheng Li, vicepresidente de Fedecam. Llegó hace 23 años a estudiar y se quedó. Después de trabajar durante un tiempo en una pastelería, abrió la suya. Ahora se dedica a la importación y exportación de material de iluminación. Chen lamenta la mala imagen que tienen algunos sectores de la sociedad sobre ellos porque «no saben lo difícil que es sacar un negocio adelante, lleva muchísimo trabajo. La diferencia es que los chinos nos conformamos con menos y trabajamos mucho. Ahora con la crisis, en lugar de cerrar, seguimos tirando y esperando a que algún día sea mejor».
Segunda generación
Por ello, defiende a su colectivo: «No somos una amenaza. Los negocios que hemos montado son actividades que tradicionalmente están abandonadas porque necesitan muchas horas de trabajo. Por eso, nosotros las cogemos y las dedicamos a establecimientos de servicio que benefician a todos los vecinos». Según Chen, ha habido un cambio importante entre el colectivo chino. «Nos hemos abierto más», «las segundas generaciones están plenamente integradas». A pesar de ello, estas segundas generaciones siguen el ejemplo de sus padres, se dedican al negocio familiar y empiezan como lo hicieron sus progenitores, desde la base y siendo fuertes competidores, también entre ellos.
Niñeras asiáticas para enseñar el idioma
Unos 5.000 españoles estudian chino y cada vez son más los padres que ven que éste será el idioma que marcará la diferencia. Fue lo que llevó a Raquel Rubio a buscar una niñera de esta nacionalidad para su hijo, misión que se convirtió en un negocio: «Varios amigos nos pidieron lo mismo y, sin darnos cuenta, estábamos inmersos en la creación de una empresa». Se trata de Enjoy Madarín, que selecciona a chinas para que trabajen como niñeras o señoras de la limpieza mientras enseñan a los más pequeños el idioma. «Estas chicas enseñan de forma muy divertida y les muestran una cultura muy rica», cuenta una de las madres.
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