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Esfuerzo con barbacoa

La Razón
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No seré yo quien niegue el placer del descanso, ni las ventajas del ocio. Desde la noche de los tiempos, el estado natural del hombre tiene más que ver con la contemplación que con el esfuerzo, contando con que la fatiga que producen los placeres no tiene desde luego mucha relación con el cansancio que produce el trabajo. Podría decirse que constituyen trabajo las fatigas que son remuneradas y que, por eliminación, no lo son aquellas otras que nos cuestan dinero. Por eso el sueño de las clases bajas y medias es ganar dinero aunque cueste un esfuerzo, y el objetivo de los ricos es gastarlo siempre y cuando su derroche les produzca placer. A la gente acaudalada le gusta mucho presumir de su laboriosidad y en verano incluso alardean de quedarse voluntariamente sin vacaciones, dando a entender que sus empresas los necesitan sin remedio para no venirse abajo. Puede que renuncien al descanso y acudan cada día puntualmente a su puesto en la dirección de sus empresas, pero aquí todos sabemos que la del ejercicio del poder no es exactamente una fatiga, sino una arrogante tabla de gimnasia, es decir, un esfuerzo casi deportivo que hacen las personas incapaces de renunciar al inefable placer del ejercicio de la autoridad. Es frecuente que los gobernantes proclamen el esfuerzo que requiere la tarea de gobierno y que hagan hincapié en la fatiga que produce el poder. Es obvio que los dirigentes políticos le llaman esfuerzo a algo puramente enunciativo que se parece poco al esfuerzo real de los asalariados que acarrean bultos, ponen ladrillos o arrancan carbón en las minas. La tarea de gobierno requiere entrega, astucia, inteligencia, a veces incluso buena percha, pero no es cierto que produzca un cansancio real, cierto, impepinable, como lo es el cansancio del albañil o el del camionero. ¿Y escribir? ¿Produce verdadero cansancio la tarea de escribir? Seguro que incluso causa extenuación en el caso de quienes ejercen el oficio sin vocación, pero cuando la escritura es un vicio, o una perversión, lo que en realidad produce es placer, incluso dividendos, que son una especie de remuneración automática, una renta. Al margen de las consecuencias físicas de haber elegido mal la silla en la que sentarse, lo que en realidad produce la escritura es fatiga mental. Al columnista le conviene en todo caso el reposo por el bien de su equilibrio emocional. Y con frecuencia, porque la lectura de sus textos empeorados por la ofuscación puede suponerle un insoportable trabajo a sus lectores. Ésa es la razón por la que tomo unos días de vacaciones. Algunos escritores demostrarían su verdadera grandeza si por el bien de su público desistiesen con frecuencia de escribir. Lo cierto es que muchos de los libros que se editan sólo tienen éxito por lo bien que, a falta de de leña, arden el sábado en la barbacoa.