León
Antonio Moral: «Con dos millones de presupuesto se puede ofrecer lo mejor»
Dirige desde 2010 este nuevo organismo que trata de «hacer frecuente lo infrecuente». Apuesta claramente por los jóvenes y el repertorio español y las cifras ya dan la razón a su proyecto
El CNDM es un cóctel de siglas y palabras que ya han rebautizado, con toda la gracia del mundo, como el Centro Nuevo De Moral. Nada más lejos para este gestor que arrogarse protagonismo. Después de estar la frente del Festival Mozart de La Coruña, la Semana de Música Religiosa de Cuenca y de la dirección artística del Teatro Real, por sólo citar tres organismos, a Antonio Moral le encomendaron la tarea de meter en una coctelera tres unidades del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y la Música (Inaem, más siglas, de nuevo), a saber, el Centro para la Difusión de la Música Contemporánea, el de las Músicas Históricas de León y la programación del Auditorio Nacional, y poner en marcha un ente nuevo con dos millones de presupuesto. Casi nada. Aceptó el reto de manos de Félix Palomero y ya en la recién estrenada tercera temporada ha conseguido el milagro de los panes y los peces: «Hemos multiplicado por dos el número de conciertos, por tres el de asistentes y por siete los ingresos. Y tenemos una ocupación media de un 80 por ciento».
–En Cultura deben de estar con los ojos como platos: ni resta ni divide. Usted suma y multiplica.
–El reto no era fácil: ofrecer lo que no se hacía, lo infrecuente, y no programar más de lo mismo. Lo que hacemos en el CNDM no se hacía antes, salvo los ciclos de lied, que hemos asumido en la programación. El jazz, por ejemplo, no existía como ciclo, lo que ocurre también con el flamenco. No he inventado nada.
-El nivel de exigencia imagino que será grande.
–Si pueden venir los mejores, que vengan. La calidad ha de ser máxima siempre, me parece absolutamente esencial. El público no es tonto, busca, compara y si encuentra algo mejor, lo compra.
–¿Exige más el espectador en periodo de crisis?
–Claro que sí. Con menor poder adquisitivo se selecciona más. Los ingresos aumentan o caen en función de los gustos del público, que va donde le da la gana.
–Desde luego, en la programación del CNDM tiene donde elegir: 102 conciertos en Madrid y otras 14 ciudades españolas, dos congresos internacionales, un curso de interpretación musical en León, un proyecto pedagógico...
-Un repertorio amplio, atender a la música de nuestro tiempo y una total apuesta por lo español, que me parece fundamental. Se me pidió ese compromiso con los autores y lo estamos dando. Me interesa difundir el repertorio nuestro, pero siempre que lo toquen lo mejores. Hay un desconocimiento por cuestión de marketing: hemos importado lo de fuera y no promocionado lo nuestro. Y hay que quitarse ya complejos. Se han pagado cantidades astronómicas por cantantes que han cobrado y después no han venido a cantar.
–¿La crisis pondrá a cada uno en su sitio?
–En ese sentido sí, bienvenida sea, porque tal como estaban las cosas no se hubiera podido mantener. Va a controlar los excesos de la burbuja cultural: se ha pagado mucho por muy poco. Además, los intérpretes no cobran tanto, son quienes les llevan, que en bastantes ocasiones no son profesionales. Lo serio y que responda a las directrices de un proyecto sobrevivirá, no me cabe duda alguna. El fuego de artificio caerá. Con dos millones, que es el presupuesto que tenemos, se puede hacer lo mejor.
–A usted lo que le interesa de verdad es el proyecto.
–Por encima de todo. Hay festivales de ciudades pequeñas que están hipotecando su patrimonio para seguir adelante. ¿Cómo no vamos a demostrar interés por lo que se está haciendo en Zamora, Palencia, Cádiz o Baeza? Con 30.000 euros se la juegan y hay que remangarse y ayudar. Este Centro está en Madrid, pero representa a toda España.
–Usted estaba acostumbrado a un presupuesto seis veces mayor que el que tiene como director artístico del Teatro Real, un organismo que ha sufrido un recorte importante. Celebra su 15º aniversario. ¿Cómo lo ve en la distancia?
-Que cada palo aguante su vela. Es evidente que no se puede jugar con pólvora del rey y es necesario comprender que los proyectos públicos están dirigidos al público y no deben depender del capricho del gestor de turno. Yo traté de mantener el criterio de difundir, encargar, recuperar e internacionalizar. En mi época había 28.000 abonados. Hoy no sé los que hay, tampoco me importa. El Real no es mi problema ya, como tampoco lo son Cuenca o el Festival Mozart.
–27 años de experiencia en la gestión le avalan.
-Siempre he abandonado las plazas en las que he trabajado dejando el mayor número de abonados, y jamás he provocado un déficit. Y no soy el más listo de la clase, para nada. Por ejemplo, en el ciclo de lied estamos pagando lo que hace cinco años a los cantantes y cuando se pidió una reducción de entre el 15 y el 20 por ciento, todos los artistas aceptaron salvo uno. A ellos les interesa hasta venir gratis cuando lo que les ofreces merece la pena. No es verdad que no haya dinero para la música: no lo hay para extravagancias culturales.
-En el Auditorio hay tantos públicos como ciclos.
-Unos se permeabilizan con otros. Hay gente que ha venido por primera vez y se ha enganchado. Aquí se puede escuchar música en vaqueros, aunque no se coman pipas en la butaca. El Auditorio puede parecer frío, pero se calienta con la gente, que sabe y entiende, que disfruta, te pregunta a la salida, repite, trae a amigos. Y por un precio asequible. Es un juego en el que todos participan de todo. Yo he sido el primer sorprendido con los resultados. Y lo estoy disfrutando a tope.
-¿Ha tenido que estudiar un máster en flamenco o jazz para saber qué programar en estos ciclos?
-Me he puesto las pilas en ambos y he tenido que reciclarme. Y estoy entusiasmado. Hablando con gente que me orienta, asesora y ayuda. Mi papel es escuchar y sacar la conclusión más acertada y que lo refrende el público. No se puede programar de espaldas al él.
-Para usted es fundamental dar a conocer a quienes empiezan.
-Es una obligación del programador que se conozca a los nuevos intérpretes. Hoy, abrirse camino es siete veces más complicado, el joven posee menos posibilidades. La temporada, por ejemplo, la hemos abierto con una mezzo de 23 años, Nerea Berraondo, una intérprete seleccionada por López Banzo. EL CNDM ha de ser una plataforma para los jóvenes, para que se conozca y se reconozca la música española. Los consagrados ya sabemos quiénes son, no necesitan un empujón porque ya se lo dimos.
La catedral de León, hasta la bandera
El sábado quedó oficialmente inaugurada la programación de la tercera temporada del CNDM. La impronta de Moral estaba escrita: joven y española. Ella es la mezzosoprano Nerea Berraondo, 24 años, que ofreció su primer gran recital público, acompañada al clave por Eduardo López Banzo, uno de los intérpretes patrios más reputados en el campo de la música antigua y barroca. Llenaban la catedral unas 2.200 personas y la artista se atrevió con un programa que incluía tres cantatas de Alessandro Scarlatti, G.F. Haendel y José de Torres, además de cuatro sonatas para tecla de Domenico Scarlatti. Llenazo, disfrute y bis. Ayer, la joven, que se dio un baño de multitudes, demostró que tiene mucho que decir.
El detalle
CHULETÓN DE BUEY, VESPA Y DOMINÓ
Nació en Puebla de Almenara, Cuenca. Es de la generación del 56 y no podría vivir sin sus partidas de dominó. Sus paisanos del bar El coco lo saben. Es intratable con las fichas blancas y allí pasa muchos fines de semana sentado, esperando la victoria. Otras tardes, en el tendido de una plaza: le entusiasman las reses bravas y la Fiesta Nacional y se lamenta por no haber podido ver el milagro de José Tomás en Nimes. Habrá más. Cada mañana llega al Auditorio Nacional a lomos de su vespa. Le gustan los platos de cuchara, un buen chuletón de buey portugués y el vino.
El bueno, claro.
✕
Accede a tu cuenta para comentar