Barcelona
Tecnificación e inversión por Lucas Haurie
Peor que la cuenta final de medallas, que crecerá paulatinamente a partir del desvirgamiento ¡al fin! de Mireia Belmonte, el pésimo estado del deporte olímpico español vendrá dado por la escasez de campeones que tendremos en Londres. No es tan importante subir doce o diecisiete veces al podio, pero sí será descorazonador cerrar los Juegos con sólo un par de oros, tres a lo sumo, que ahora mismo no se vislumbran por ningún lado. ¿Maialen Chorraut esta misma tarde? ¿Mi paisana Marina Alabau? ¿Esos taekwondistas lastrados por la unificación de categorías? No busquen mucho más. El mal inicio de Xabi e Iker en Weymouth pone en entredicho las opciones de nuestra tripulación más laureada y no parecemos en condiciones de incomodar el paso de la oca de los baloncestistas yanquis. El éxito en el deporte de élite es un cóctel muy delicado. Unas gotas de talento mejoran el sabor, la gamba sobre la paella, pero no son el ingrediente principal. Lo sustancial, el arroz del asunto, es la tecnificación; y el sofrito, el dinero. Sin inversión ni técnicos altamente cualificados no hay victorias, como debimos aprender durante esa epopeya concluida hace veinte años en Barcelona. ¿Alguien piensa que las selecciones de fútbol y baloncesto se sostendrían sin el impulso de los clubes? ¿Acaso creen que nuestros tenistas surgen por generación espontánea en las canchas de las urbanizaciones? Hay que ponerse la pilas para no volver a los tiempos oscuros.
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