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Las familias y la vida por Lluís Martínez Sistach
El presidente del Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización, Mons. Rino Fisichella, pidió a Barcelona y a otras once grandes ciudades europeas (Budapest, Bruselas, Dublín, Frankfurt, Lisboa, Liverpool, París, Turín, Varsovia, Viena y Zagreb) su participación en unos actos destinados a promover la nueva evangelización.
En las dos reuniones que hemos celebrado los respectivos pastores diocesanos en la sede del Consejo Pontificio acordamos realizar unos actos comunes en cada una de las doce ciudades a lo largo de esta Cuaresma, involucrando a las parroquias, comunidades e instituciones de la diócesis en la medida de lo posible.
Con esta iniciativa, realizada en doce grandes ciudades europeas, se quiere poner de relieve que la Iglesia debe ser consciente de que su razón de ser es evangelizar, esto es, dar a conocer a los hombres y las mujeres de cada época la persona de Jesús, nuestro Salvador, y su Evangelio.
También se ha querido poner de relieve que el Obispo es, en cada Iglesia diocesana, el primer evangelizador.
Así pues, los obispos de las doce Iglesias diocesanas que hacemos la Misión Metrópolis nos hemos propuesto dar tres catequesis o exposiciones de la fe cristiana adaptadas a tres grupos de personas: una a los catecúmenos, otra a los jóvenes y una tercera a las familias. Ayer, a las cinco de la tarde, en la basílica de la Sagrada Familia, tuvimos la catequesis dirigida a las familias. El pasado día 18 de diciembre, con motivo de la celebración del Día de la Familia, ya invité a las familias a esa eucaristía de ayer. Nos reunimos la vigilia de la celebración de la fiesta de la Anunciación del Señor, que celebra la Encarnación de Jesús en las entrañas virginales de María. No podíamos tener un mejor motivo para reflexionar sobre el valor de la familia y de la vida.
El matrimonio y el amor conyugal están ordenados por su propia naturaleza a la procreación y educación de los hijos. El matrimonio hace capaces a los esposos de la máxima donación posible de sí mismos, convirtiéndose en cooperadores de Dios para dar la vida a otra persona humana, al hijo. Así, los esposos, a la vez que se dan entre ellos, dan más allá de ellos mismos la realidad del hijo, reflejo viviente de su amor mutuo, signo permanente de la unidad conyugal y síntesis viva de su ser de padre y de madre.
La vida humana desde el primer momento de su concepción es un obsequio maravilloso de Dios. Él ha creado esta vida y la valora muchísimo, por ello nos ha dado este mandamiento: «¡No matarás!». Este mandamiento, también en sus contenidos más positivos de respeto, amor y protección de la vida humana, obliga a todos.
María, por obra del Espíritu Santo, concibió al Hijo de Dios en sus entrañas virginales. Jesucristo es el «fruto bendito del vientre» de la Virgen María. Y todos los concebidos aún no nacidos son también frutos benditos de Dios, ya que Él les ha otorgado la existencia en el seno materno. La maternidad es siempre una buena noticia porque está vinculada a una nueva vida humana que es la obra más excelsa de la creación.
El Concilio Vaticano II, en su mensaje conclusivo, hace una maravillosa llamada a las mujeres: «Vosotras estáis presentes en el misterio de la vida que empieza…
Reconciliad a los hombres con la vida». La madre admira el misterio de la vida y con una intuición singular comprende lo que lleva dentro de ella. La madre acepta y ama como persona al hijo que lleva en su seno.
Deseamos que el respeto y el amor de las familias a la vida sea uno de los frutos de la Misión Metrópolis que estamos celebrando en Barcelona.
Lluís Martínez Sistach
Cardenal arzobispo de Barcelona
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