Frívola metafísica

Una película con un gato que piensa en voz alta, un tipo capaz de parar el tiempo y una lunática que ensaya delirantes coreografías para colgarlas en Youtube tiene tanto potencial para irritarnos como para seducirnos. Si la ópera prima de la videoartista Miranda July, «Tú, yo y todos los demás», se situaba en ese punto donde la falsa ingenuidad y la auténtica brillantez parecen ser cualidades gemelas, «El futuro» tiene más dificultades para resolver la tensión entre la originalidad y la falta de sentido del ridículo.

Una pareja de treintañeros decide adoptar un gato callejero que tiene una enfermedad renal que le obligará a permanecer un mes en una clínica. Treinta días no son mucho si una decisión importante te empuja a replantearte si eres feliz con tu vida. Y eso hacen Jason y Sophie: se enfrentan a la precrisis de la mediana edad introduciendo cambios en su manera de ser en el mundo.

El problema está en ese heideggeriano «ser en el mundo», que July interpreta con un pie entre la superficialidad marciana y la metafísica frívola. Da la impresión de que la película sólo funciona en los momentos en que aparece una suave melancolía, quién sabe si involuntaria.