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El Ave Fénix

La Razón
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Algunos daban ya por descontado que el PSC desaparecería del mapa. Eran esos que desde el cobijo del poder nacionalista – en toda clase de entoldados, fundaciones o grupos de comunicación afines o públicos, ésos que permiten un plato en la mesa caliente– auguraban el fin del socialismo y atizaban la posible escisión de aquellos que por ser más nacionalistas eran mejores catalanes. Lanzaban sus cantos de sirena por doquier para minar la moral de un PSC derrotado en tres citas electorales y así lograr que, una vez vencido y desarmado, el pensamiento único imperara a sus anchas sin apenas resistencia.
El PP quedaría reducido a una muleta, molesta pero necesaria para aprobar presupuestos y garantizar la gobernabilidad de Cataluña y Barcelona, en ese nuevo camino de la transición nacional. Desde el mundo nacionalista, se descontaba que, de vez en cuando, los populares pondrían el grito en el cielo. Tenían la respuesta mostrándose ufanos en preparar menús a base de platos de lentejas –o las tomas o las dejas– que acallaran sus protestas. ERC envuelta en papel de celofán sería el hijo díscolo que se esfuerza en volver al redil, y sólo ICV representaría a los malos de la película, pero ese sería un mal menor porque algún malo tiene que existir, además de los malos de siempre que habitan en Madrid.
Con este panorama, los socialistas han hecho su congreso. Pocos apostaban por una renovación real, por un cambio en la forma de hacer política. Sin embargo, el PSC, que no es un partido construido con gaseosa, ha hecho los deberes y se apresta a resurgir como Ave Fénix de sus cenizas. Primero, hizo autocrítica. Segundo, se renovó, de verdad. La nueva cúpula está formada por caras nuevas. Por alcaldes, en su mayoría, que tienen en su haber saber ganar las elecciones en los momentos más peliagudos para el socialismo catalán y español. Son gente arraigada en su territorio, acostumbrada al conflicto y a la solución. Son los que deberán llevar adelante la innovación política como fórmula de acercarse más a la ciudadanía.
Tampoco los cantos de sirena han hecho mella en la voluntad del socialismo catalán de seguir construyendo España. Una España que dista mucho del modelo de Bono –una y no cincuenta y una– en la que la diferencia no es un problema sino la solución en sí misma. No habrá grupo propio, pero sí voz propia para hacerse oír en un Congreso de los Diputados en el que reina una mayoría absoluta. Voz propia también para hacerse oír en un Congreso del PSOE que se ve en el horizonte de seis semanas. De momento, con su Ave Fénix en la mano, Carme Chacón presenta sus primeras credenciales. A Rubalcaba, en Cataluña ni ha estado ni se le ha esperado.