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Seguir pinchando por Lucas Haurie

La Razón
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El paso siguiente al encarcelamiento de Francisco Javier Guerrero no podía ser otro que la imputación de Rivas y, sobre todo, de Fernández. En un sumario de estas dimensiones, los presuntos van cayendo como fichas de dominó puestas en fila y resultaba impensable que Mercedes Alaya se fuese a conformar con el cortafuegos de un simple director general. El delegado provincial en el epicentro de los chanchullos y el consejero eran piezas de obligado cobro en su camino hacia la equis de la cúspide, seguramente la incógnita más sencilla de despejar de la historia. Los «Antonios» no son en esta ocasión Cruz & Ortiz, esos afamados arquitectos sevillanos que firman obras civiles por medio mundo, sino dos infames políticos que han diseñado una tupida red clientelar mediante la que se han recogido algunos centenares de millones de euros. Según la instructora, hay indicios poderosos de que alguien que se ha sentado en el Consejo de Gobierno ha ayudado a distraer mucho dinero. ¿Seguirá el PSOE enrocado en atribuir la responsabilidad de la trama a «una oveja negra»? ¿Hasta qué cimero nivel llega su desprecio por la inteligencia del prójimo?

El Partido Popular, que se siente demasiado seguro de la victoria, se comporta como si el mayúsculo escándalo de los ERE estuviese ya amortizado a efectos electorales. «Todo el que se ha querido enterar del trinque, se ha enterado. Y el que no lo ha hecho es porque no quiere. Esta historia ya no da ni un voto más», sonaba ayer desde la guarida conservadora. La consigna es terminar la campaña «en positivo», una táctica con un tufo a Arriola que tira de espaldas. En noviembre, a Mariano Rajoy no se le cayó de la boca la palabra paro hasta la jornada de reflexión y lo mismo debiera hacer Arenas con la munición que le brindan los tribunales. En los años sesenta, los jugadores de Estudiantes de la Plata saltaban al campo con alfileres prendidos a las vendas para punzar a los rivales en los córners. A los «pincharratas» nunca se les habría ocurrido adherirse al fair play justo en vísperas de ganar la Copa Intercontinental en el campo del Manchester United. Este no renegar de la propia condición, aunque resulte un tanto miserable, es una lección que sirve para cualquier orden de la vida.