Crítica de libros

Somos muy raros

La Razón
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La bellí­sima localidad italiana de Castellamare di Stabia ha aprobado una norma municipal por la que se prohíbe a las mujeres salir a la calle en minifalda, con escotazo o subidas a un plataformón. El Consistorio, presidido por un alcalde que se llama Luigi Bobbio cree que, de esta manera, se evita la proliferación de viandantes macizas y se contribuye a la tranquilidad de espí­ritu de la población. Población masculina, porque hasta donde me alcanza el instinto, jamás una piba se ha quejado de exceso de tentaciones a causa de un señor que lleve una camiseta pegadita. Se va una a su casa y se pone un trapo frío. Punto.

En seco, la medida me parece una estupidez. Hay mujeres, yo misma, que vamos provocando sin esforzarnos. Lo que provoco yo es un tortazo, pero yo me noto mega sexy. Sobre todo me noto mega y rotunda como de carne invasiva. Lo de sexy es licencia literaria, recurso que ha puesto de moda Sánchez Dragó para justificar algunos renglones, como poco, patéticos. Pero volviendo al pueblo italiano donde se prohíbe estar buenorra, he de decir que lo comprendo y lo entiendo: primero por ausencia de virtud similar objetiva, segundo por envidia y reconcome, y tercero porque todo sea y todo valga, incluso la obligación decorosa, para salvar a las chicas del arrebato feroz de Tio Silvio «Dunga Dunga» Berlusconi, siempre con querencia a dejarse llevar más de la cuenta por las bondades de las jovencitas prietas. Dicen que sus partidarios están estos días repensándose el apoyo, abochornados por los alardes al más puro estilo viejo verde, pero como nunca sabe una cuándo va a saltarle la liebre, me llama mi amiga Emi, que es agro trust, para decirme que por una vez está de acuerdo con Berlusco. Mejor mirar a las chicas que ser gay.

Es curioso el mundo civilizado: trata de permitirlo todo y, sin embargo, se da cuenta de que no todo vale. Gracias a un alcalde elegido democráticamente no permite un escote pero escoge a un dirigente nauseabundo que se muere por ellos. Y lo más estrambótico: se encuentra con el parto de una niña de diez años cuando la media de sus mujeres parturientas es muy alta y eso supone un signo de desarrollo. Qué cosas pasan, leches.