Nueva York
Una fortuna busca heredero
Huguette M. Clark murió esta semana sin decir a quién deja sus 500 millones
Desde hacía varias décadas, Huguette M. Clark solía hablar en francés porque no quería que la gente de alrededor entendiese sus conversaciones. No se fiaba de casi nadie. Ni siquiera de sus familiares o conocidos de toda la vida. Su círculo se reducía a cuatro o cinco personas, entre ellas sus abogados.
La misteriosa y rica heredera apenas se dejó fotografiar. Habitual de las páginas de los periódicos, pero nunca de los grandes titulares, la última imagen que se tiene de ella es de hace más de 80 años. A su muerte, el pasado 24 de mayo, a los 104 años en el hospital Beth Israel Medical Center, dejó más enigmas, una investigación criminal del fiscal del distrito de Nueva York sobre el manejo de sus finanzas sin resolver y una fortuna valorada en 500 millones de dólares. Entre sus pertenencias, se encuentran una mansión en Santa Bárbara (California) estimada en 100 millones de dólares, una en New Cannaan (Connecticut) valorada en 23 millones y un apartamento de 44 habitaciones en la Quinta Avenida de Manhattan, de unos 100 millones.
Un mujer discreta
Hasta el final, Huguette intentó pasar inadvertida. Estaba registrada en el hospital donde murió –dos semanas antes de su cumpleaños, que hubiese sido este martes 9 de junio–, con un hombre falso, Harriet Chase. Eso no impidió que un asistente del fiscal la visitase en este centro más de una vez para hablar sobre sus abogados y sus millones de dólares. Las conversaciones, a petición de Huguette, debían ser en francés, aunque admitió pasar al inglés en ciertos momentos. En los próximos meses, se decidirá si sus representantes legales abusaron de su confianza y también se sabrá el destino de sus millones de dólares y de sus propiedades. Hace diez años le regaló a su secretaria, Suzanne Pierre, esposa de su médico, de diez millones de dólares después de vender una pintura. También se tienen dudas acerca de dónde fueron a parar los seis millones que obtuvo de la venta de un violín Stradivarius o los 23,5 de un Renoir. Los familiares de Huguette han reconocido, respecto a la herencia, que respetarán su voluntad, pero todavía no se sabe a quién irá a parar. Todo depende del fiscal.
Rica heredera de una de las mayores fortunas de la industria minera del siglo XIX, intentó no llamar la atención en el siglo que le tocó vivir. Nació en París en 1906. Su padre siempre compitió con John D. Rockefeller por ser el hombre más rico de Estados Unidos. W. A. Clark hizo su fortuna trabajando como minero en Montana y Arizona. Más tarde adquirió bancos, ferrocarriles y periódicos. También se dedicó al comercio del té y el azúcar. Su vida no estuvo exenta de polémica. Sirvió durante una Legislatura entre 1901 y 1907 como senador demócrata por el estado de Montana.
Después tuvo que renunciar a su asiento en la Cámara Alta por un escándalo de fraude y compra de votos. Aun así, el padre de Huguette insistió en que se le llamase «senador» el resto de su vida.
Una casa de 121 habitaciones
Se casó por segunda vez con Anna, la madre de Huguette. Él tenía 65 años y ella 26. Ya tenían una niña de dos años, Andrée, la hermana mayor de Huguette. Cuando ésta cumplió cuatro años se marcharon a una casa de 121 habitaciones en la Quinta Avenida esquina con la calle 77 en el prestigioso barrio del Upper East Side. Allí, el senador solía ofrecer conciertos, a los que invitaba a sus vecinos sólo para que viesen su colección de pinturas francesas.
Su abogado Wallace «Wally» Bock, a quien el fiscal del distrito de Nueva York investiga por supuesto mal manejo de sus finanzas, indicó después de la muerte que «el fallecimiento de la señora Clark es un acontecimiento triste para todo el mundo que la quiso y la respetó durante todos estos años. Murió como quiso, con dignidad y privacidad. Respetaremos sus deseos», concluyó sin desvelar la causa de su muerte.
Casada a los 22 años con un estudiante de Derecho, William Gower, un empleado de su padre, la pareja, que se separó dos años después, no tuvo hijos. Se fue a vivir con su madre a un apartamento de 44 habitaciones de la Quinta Avenida con la calle 72, a pocas manzanas de donde vivió de niña. Su madre murió en 1963, con lo que el reducido círculo de Huguette se hizo todavía más pequeño. Esta dama de la alta sociedad neoyorquina ha estado siempre sola apenas acompañada por su enfermera privada y las visitas ocasionales de su contable y abogados. Los mismos que, además de vigilar sus cuentas, tenían como máxima prioridad visitar de forma regular sus mansiones y comprobar que sus pinturas y colección de muñecas –la cual empezó en un viaje a París que hizo de pequeña con sus padres– estuviesen siempre en perfecto estado.
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