Internacional

Y eutanasia política

La Razón
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Mi caso es muy raro. He estado siempre tan de acuerdo con la eutanasia que decidí a los trece años matarme lentamente el resto de mi vida, o sea fumar. Eso es lo que yo entiendo por una buena muerte: una buena vida saboreando el pernicioso, el asqueroso, el venenoso tabaco. Pero de pronto me encuentro con que el mismo Gobierno que defiende la eutanasia es el que me reprocha que yo me la quiera aplicar con la cicuta de la nicotina, el que hace campañas contra mi legítimo derecho, el que me persigue y me prohibe ejercerlo cada vez en más sitios. ¿Dónde está la compresión que esta gente mostraba hacia el eutanásico héroe de la película de Amenábar? ¿Voy a tener que salir en la tele encamado y pidiéndole a la enfermera que me acerque el pitillo mortal que ponga fin a mi sufrimiento? ¿Era hipócrita todo ese canto a la «legalización» del cianuro? ¿Por qué se meten con el tabaco si sólo tiene las mismas propiedades destructivas? Miro mi cajetilla y veo una foto de un cadáver. Ayer me tocó una foto de unos dientes podridos. La eutanasia es una trola más de este Gobierno. Es el último coletazo del zapaterismo antes del batacazo electoral. Pero tan de acuerdo estoy con ella que la aplicaría a la política y a los presidentes agonizantes. ¿Para qué prolongar la agonía de Zapatero? ¿Por qué no convocar unas elecciones generales al día siguiente de las municipales? ¿Qué derecho tenemos a pedirle que siga sufriendo? Yo es que soy muy generoso y muy progre. Yo es que le desconectaba ya el tubo del poder.