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Calentito por Oché Cortés
En esta tierra de caínes que nos ha tocado desde que unos desahogados le cortaron la golilla a Viriato por una subvención, ha proliferado la gente que se lo lleva sin problemas. Los protagonistas actuales del patio de Monipodio exhiben gran categoría con lo ajeno. A esto se le suele llamar llevárselo calentito, hacerse el egipcio, levantárselo o llevárselo crudo. Y como a la hora del calentito no hay ideologías, partidos ni la madre que los amamantó, el protagonista del chupe puede estar agazapado detrás de cualquier sitio, con el guante de béisbol extendido, la faltriquera abierta, la boca cerrada y la conciencia más tranquila que la de un bebé de seis meses. Así que cuando pilla la manteca, que suele ser casi siempre dinero de todos, el individuo o la individua echa la misma cara que el monumento a Lincoln y se compra un coche de alta gama, pone a su suegra en un ERE, le suelta una gratificación bajo mano al ayudante para cerrarle el pico, se compra un par de casas a nombre de su padre muerto en 1956 y le pone un dúplex a la querida o al chulo en una playita con poco tránsito. Llevárselo calentito en España es un negocio antiguo y rentable. Incluso entra en el imaginario colectivo casi como heroicidad. Y así oímos en el bar a gente que llega a decir que el fulano o la mengana se lo habían llevado con dos cojones. Eso sí, menos cuando es Urdangarín, que antes de condenarlo, ya es culpable el hombre. Porque, como todos sabemos, aquí todos reos hasta que se demuestra lo contrario. Y si somos inocentes, ya no es noticia, con lo que la mancha ahí queda. Que haya alivio y sálvese el que pueda.
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