El Cairo
Epidemia revolucionaria por Manuel CALDERÓN
A mí todo esto me parece muy bien si no acaba mal, pero cuando a todo el mundo también le parece muy bien, se dispara un dispositivo preventivo. El contagio simpático, incluso en las causas más nobles, no es nunca un sólido motivo de enganche. Recordemos lo que escribió Pla el 14 de abril de 1931, cuando los madrileños festejaban el advenimiento de la República y él andaba por las calles como si fuera Paco Martínez Soria pero con la sorna del payés catalán: si todos eran monárquicos, ¿por qué ahora son republicanos? Y se sorprendió que siguiesen comiendo cochinillo con idéntica delectación, a pesar del momento histórico que estaban viviendo. En el fondo, nada había cambiado. «The Washington Post», el periódico que acabó con Nixon y que pasa por ser un medio de rigurosa información, ayer andaba algo desorientado, quién sabe si por no saber situar a España correctamente en el mapa. En su edición digital se entraba a la noticia a través del link «Spanish revolution» (los nortamericanos más avezados siguen creyendo que Hemingway vino a España a luchar en las trincheras) y aseguraba que las protestas «imitan a los levantamientos en Oriente Medio» y que la «Puerta del Sol de Madrid es ahora la plaza Tahrir». La de El Cairo. Es el problema del contagio.
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