Sevilla

Al filo en la primera de San Isidro

Madrid. Primera de la Feria de San Isidro. Se lidiaron toros de Valdefresno, bien presentados. 2º y 3º, mansos y rajados. El 1º, manejable. El 5º, con mucha clase y poca fuerza; 4º y 6º, manejables y sosos. Más de tres cuartos de entrada. Juan Bautista, de canela y oro, pinchazo, estocada caída, aviso (silencio); media estocada, ocho descabellos (silencio). Matías Tejela, de grana y oro, estocada tendida (silencio); estocada baja, aviso (saludos tras petición). Daniel Luque, de burdeos y oro, estocada (saludos); estocada corta, descabello (silencio).

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Con Sevilla tan cerca asomarse al balcón de Madrid hasta daba vértigo. La blancura del ruedo y el rumor en los tendidos nos acompañó toda la tarde, cuestión de carácter. Y buen carácter sacó «Pelotita», el quinto toro de la corrida. El quinto toro de San Isidro. El quinto toro de Valdefresno. El quinto, ¿ha quedado claro? En él depositamos todas nuestras esperanzas porque en el filo vivíamos la tarde. Mansos, rajados, declarados, pregonados habían sido el segundo y tercero. No contaban. Así ni había toreo. Ni misterio. Mal color. Ni la blancura del ruedo. Manejable había salido el primero, pero fíjate ya no recuerdo... caeré después, líneas después, saldré del entuerto. «Pelotita» salió para dar titulares.

Con buen son, cadencia en las embestidas, templadas, descolgado el cuello, tenía clase... Entró al caballo, se justificó en el peto, salió peor, perdiendo las manos... No, por favor, hay en cosas que nadie manda. Cruzaría los dedos el ganadero... Le había tocado a Matías Tejela. Veterano torero, de Madrid, por cierto. Quiso que se lo dejaran ahí, en el mismo centro, mientras brindaba, y le dio distancia en el toreo diestro. Empezó a torear y estuvo centrado, queriendo hacer las cosas, pero al filo del temple... Mal asunto, porque el toro estaba un punto más allá de al filo de las sanas fuerzas. Un leve tirón era perder las manos, deshacer el pase, romper el momento. El toro tenía un fondo bueno y mucha clase y al torero, que se le vio otra disposición, le fallaron las yemas de los dedos para templar la exquisitez de la embestida, que estaba justita. Aun así, hubo pases buenos, sobre todo en la manera de embarcar la arrancada, centró la atención, y esto en Madrid es noticia. Entró a matar, una de una, pero le quedó baja. Le pidieron la oreja. El presidente no la entregó y Tejela salió a saludar.

Antes, le había tocado la gracia del toro rajado, de los que no dejan lugar a la duda. Lo intentó Tejela en una faena larga. Daniel Luque se llevó la otra joyita que se fue directo a la puerta de toriles después de pasar por el caballo, por si alguien se equivocaba y le abría. Lo intentó en el centro, en tablas, tapándole la salida; pero no había muleta que le metiera en vereda. Toreó fino con el capote al sexto hasta que abrochó con una media bonita en el mismo centro del ruedo. Cerraba así un ramillete de verónicas, que nos cayeron por sorpresa. Se durmió el toro en el caballo y se podría haber dormido en la muleta, a la que fue, es cierto, pero con muy poca transmisión. Así, la faena, por uno y otro pitón, larga de reloj, nunca remontó el vuelo.

A Bautista le tocó un lote bastante manejable, sobre todo, el bravo, aunque flojo, primero de la tarde. «Rayito». Justo de ánimos, pero noble y desplazándose en la muleta. La faena fue la antítesis de la armonía, no tuvo estructura en ningún momento. Sin hilo, sin argumento, y sin motivo. Tampoco le dio razones el cuarto, que iba con bondad aunque renqueante, para renunciar al lucimiento. Madrid. San Isidro. La ambición al filo.