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Allen Ginsberg una generación aúlla

«Aullidos» narra cómo fue la vida del controvertido escritor y su amistad con Kerouac. A propósito de su estreno desvelamos la correspondencia entre ambos autores, aún inédita en España, y que arroja luz sobre la generación «beat»

Kerouac (izda.) y Allen Ginsberg (dcha.)
Kerouac (izda.) y Allen Ginsberg (dcha.)larazon

Allen Ginsberg (1926-1997) fue poeta, cabeza de la generación beat, cantó duetos con Bob Dylan y se manifestó en contra de la Guerra de Vietnam, la sociedad que le tocó vivir, la represión sexual, el militarismo y la CIA. Nacido en el seno de una familia judía en Nueva Jersey, recitó tantos poemas y participó en tal cantidad de encuentros literarios que a los programadores del St. Mark's Church Poetry Project les resultaba imposible pensar en un acto sin él después de su muerte.

Rob Epstein y Jeffrey Friedman han elegido su polémico poema «Howl» (aullido, en español), que leyó Ginsberg en octubre de 1955 en una galería experimental en San Francisco, como hilo conductor para narrar en su cinta homónima tres historias entrelazadas. En la película, protagonizada por James Franco, que da vida a Ginsberg, se cuenta el juicio celebrado en 1957 contra su poesía por considerarla obscena, las revelaciones del artista homosexual para encontrar el amor y el imaginativo viaje de la profética obra maestra que sacudió entonces al mundo. «Howl» fue publicado en 1956 junto con otros poemas y en él Ginsberg critica el materialismo y el conformismo. Cuando se convirtió en objeto del juicio en California, atrajo la atención de todo el país, ya familiarizado con la forma de entender las artes de Ginsberg y el resto de escritores de la generación beat, entre los que destacaban Lucien Carr, Jack Kerouac, William S. Burroughs y John Clellon Holmes.

El año que viene Anagrama publicará la correspondencia personal entre el judío y su alma gemela Kerouac, autor de «En el camino» (1957), que dejará al descubierto las relaciones de este grupo de autores tras la Segunda Guerra Mundial, su experimentación con las drogas, su sexualidad, interés por las religiones orientales, su rechazo hacia el materialismo y su idealización de la expresión y el ser.


Quinientas páginas
Las misivas, compiladas por el biógrafo de Ginsberg, Bill Morgan, y el editor independiente David Stanford, se han reunido en «Jack Kerouac and Allen Ginsberg: The letters», que en Estados Unidos publicó el año pasado Viking en un volumen de 500 páginas. Con este proyecto, para el que se han recogido 200 cartas, se cubre la correspondencia de los dos autores entre 1944 y 1963, el período más creativo de ambos. Todo empezó en agosto de 1944 cuando a Ginsberg se le ocurrió enviar una misiva a su amigo Jack que estaba entonces en la cárcel del condado de El Bronx, retenido en calidad de testigo material en un caso de asesinato. El primer intercambio de cartas entre ambos se produjo seis o siete meses después de que se conocieran y frecuentaran el campus de Columbia. El 14 de agosto de 1944 se vieron involucrados en un caso de asesinato en el que un amigo común, Lucien Carr, también miembro de la generación beat, acabó con la vida de David Kammerer, un hombre unos cuantos años mayor que él. Kerouac ayudó a Carr, y cuando éste se entregó a las autoridades, el autor de «En el camino» también fue arrestado. «Cher Jacques: en el metro. He acompañado a la belle dame sans mercip (Ginsberg se refiere a Edie Parker, que era la novia de Kerouac en ese momento) durante toda la mañana –primero a casa de Louise (el escritor solía utilizar seudónimos. Aquí parece probable que Luise fuese Joan Vollmer Adams, con quien Edie y Jack compartían apartamento, o Lucien Carr, que estaba en la cárcel). No tengo permiso, así que no te visitaré», concluye Ginsberg.


Dos archivos diferentes
De esta forma arranca una correspondencia que se prolongó durante los siguientes 20 años sobre libros, dudas espirituales, amor y problemas para conseguir el reconocimiento deseado. Las cartas estaban guardadas en dos archivos diferentes: las de Kerouac, en la Universidad de Columbia de Nueva York, y las de Ginsberg en la de Texas. Fue precisamente durante sus años de estudiante en el centro neoyorquino cuando Ginsberg entabló relación con el grupo de escritores que más tarde dio origen a la generación beat. Se trata de folios profundos, frívolos, ácidos, lúcidos, tiernos, crueles, pero, sobre todo, francos acerca de los deseos de cada uno y sus ambiciones personales y profesionales.

En una de ellas, un escéptico Ginsberg escribe a Kerouac en 1952 para comunicarle que «En el camino», que se convertiría en su gran obra, era, a su juicio, impublicable. Desde México el 18 de mayo, Kerouac le escribe a Paterson (en el Estado de Nueva Jersey): «Querido Allen, Bill dice que te escribirá una carta refutando tus razones de "miedo en la oscuridad"por no venir. (…). Sé que te encantará "En el camino"–por favor, léelo todo, nadie lo ha leído en su totalidad todavía… Neal no tenía tiempo, tampoco Bill. "En el camino"está inspirado en su totalidad… Lo puedo decir ahora mientras miro atrás en el flujo del lenguaje. Es como el "Ulysses"y debería ser tratado con la misma seriedad», reconoce.


Demasiado personal
A través de estos papeles se reflejan las dudas literarias de los dos amigos y también los celos. «Tu novela es impublicable», demasiado loca y salvaje, escribe Ginsberg cuando lee el manuscrito de «En el camino». «Sigue el consejo de quien ha escrito una obra maestra: ¡pasa a máquina tus poemas!», le apremia Kerouac, quien había apostado por la escritura espontánea («El primer pensamiento es el mejor pensamiento»). La respuesta de Ginsberg desde Nueva York a México no se hace esperar: «Querido Jack: Está bien, el manuscrito llegó hace unos días, "En el camino". Carl lo ha leído, y (John Clellon) Holmes y yo también. No veo cómo va a poder publicarse, es tan personal, está tan lleno de lenguaje sexual, de nuestras referencias mitológicas locales, que no sé un editor sabría encontrarle sentido», explica. En otra, Kerouac elogia sin tapujos «Aullido», la obra cumbre de Ginsberg. Como respuesta, el escritor judío le ofreció el manuscrito. Además, en algunas de las misivas se aprecian fragmentos de sus trabajos y observaciones de otros autores como Dante y Gide, Malcolm Crowley y Sterling Lord. Las últimas cartas están fechadas en 1963, seis años antes de que Kerouac muriera a causa de una cirrosis.

Estas cartas fueron escritas en un momento en que en Estados Unidos utilizar el teléfono entre diferentes Estados y países era tan caro que las llamadas quedaban restringidas a las noticias del nacimiento de un miembro de la familia o al fallecimiento de un ser querido. De esta forma, la gente utilizaba el papel como medio de comunicación. Cuando esto sucedía entre dos grandes escritores, el resultado era un inmenso legado de cartas que han reunido Bill Morgan y David Stanford en el citado volumen.



Como caricaturas de Mahoma

La delgada línea que separa el documental de la ficción es en «Howl» muy fina. El guión se percibe como realidad, pero la interpretación y los pasajes de animación nos llevan al terreno de la ficción sin paliativos: «Queríamos que no se pudiera categorizar», explica Jeffrey Friedman, co director del filme junto a Rob Epstein. De la misma manera, Ginsberg tampoco quiso que lo etiquetaran en la mítica «generación beat», sobre la que dice en la cinta que no existió. «No quería que lo encasillaran», explica el director. Dividida en tres partes, «la estructura de la película quiere reflejar la propia complejidad del poema, que deseábamos que fuera el centro de todo». Por ello, buena parte del metraje lo ocupa una entrevista al propio Ginsberg construida a partir de las muchas que concedió en su vida: «Durante el juicio, "Time Magazine"le hizo una larga entrevista que no se llegó a publicar. En "Howl"hicimos la recreación de esta conversación. El 90 por ciento de lo que aparece son sus propias palabras», comenta Friedman. Otro de los grandes bloques es el juicio a su editor por difundir obscenidades, que, según su director, «es un ejemplo perfecto del pensamiento conservador que entonces prevalecía». Sin embargo, para él no han cambiado mucho las cosas: «Todavía tenemos estos tipos de juicios, aunque no sean sobre poemas. La controversia sobre la validez de los discursos y sus límites están ahí. Pensemos, por ejemplo, en los dibujos daneses de Mahoma», añade. La filmografía de ambos directores se caracteriza por documentales en los que la política tiene un papel destacado: «No hacemos este tipo de cine para cubrir un hueco, sino porque nos interesan los temas. Hollywood se basa en hacer dinero, y, a veces, la realidad aparece», sentencia el cineasta, informa Laura Seoane