Historia

Asturias

Fumarse encima

La Razón
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La expresión pertenece a una conocida y admirada periodista deportiva de TVE, y me fue revelada por ella misma con ocasión de una visita oficial del Príncipe de Asturias a las instalaciones de la radiotelevisión pública estatal hace ya mas de una década. Durante el almuerzo nadie se atrevía a sacar un cigarrillo en presencia de Don Felipe hasta que, cuando sirvieron los cafés, la citada profesional que estaba sentada a mi lado me susurró con una expresión de ansiedad ilimitada: «Di algo, porque me estoy fumando encima». Tuve que reprimir una carcajada y solicité la venia para que pudiésemos fumar, algo que en aquellos momentos creo que hacíamos la inmensa mayoría de los asistentes al ágape oficial. Desde entonces, y siempre citando la fuente, cada vez que tengo que pasar algunas horas en lugares donde no puede entonarse el «fumando espero» que inmortalizó la no menos inmortal Sarita Montiel, utilizo el «me estoy fumando encima» para expresar mi angustia. Creo que de los presentes en aquella lejana ocasión debo ser de los pocos que sigue enganchado al vicio a pesar de las recomendaciones de mi cardiólogo y de la gente que me quiere bien. El caso es que en menos de mes y medio este Gobierno que lleva velando por nuestra felicidad casi siete años nos va a prohibir el fumeque en los lugares públicos, incluidos algunos al aire libre que, desde ese momento, se va a convertir en intemperie. Tendremos que esperar, pero sin humo, salvo el de los autobuses, los taxis, las furgonetas de reparto y los particulares que queman diésel impunemente como si esos gases sólo afectaran a la capa de ozono sin pasar previamente por nuestros pulmones. España, que hoy es una gran cola, una gran sala de espera al raso, va a asistir a una nueva prohibición a las que tan aficionados son estos progres que se preocupan muchísimo por nuestra salud, que quieren procurarnos una muerte digna, pero que han llevado a la pobreza, casi a la inanición, a un buen puñado de ciudadanos que cada día se acercan a las colas del INEM y que, si prospera la última genialidad, no podrán echar un pitillito y tendrán que conformarse con comerse las uñas, si es que les quedan uñas que comer. Las esperas se van a hacer ahora más largas para los fumadores a los que se nos trata, y sobre todo se nos mira, como delincuentes, mientras a algunos delincuentes se los alaba en público, y no voy a dar nombres porque donde escribo no está permitido fumar y me puede traicionar el subconsciente y caer en la incorrección política, que es algo mucho más grave que ser un hipócrita de los que nos cruzamos cada día en no pocos lugares. Si el tabaco es tan malo, que lo es, dejen de venderlo y de cobrar impuestos por él. Impuestos con los que luego uno se puede curar una bronquitis en la Seguridad Social. Algunos de los que van a sancionar con su voto, o la han sancionado ya, esta ley, que convierte en proscritos a los fumadores, terminan las comidas con unos vegueros como postes de la luz. Así que tendremos que aprender a controlar nuestros esfínteres mentales para evitar fumarnos encima el resto de nuestra vida.