Barcelona
Nacionalismo obligatorio por Toni Bolaño
El nacionalismo obligatorio volvió a mostrar su cara. En el minuto 17 y 14 segundos se gritó en el Camp Nou «independencia». Para unos, habrá sido un hito histórico, un grito mayoritario. Para otros, una anécdota. Lo cierto es que el grito independentista duró poco tiempo. Se podría interpretar como una señal poco halagüeña para las intenciones de Artur Mas, presidente de la Generalitat, y Xavier Trias, alcalde de Barcelona, que lo escucharon desde el palco. Quizá su aventura también dure poco tiempo. Las encuestas, de momento, no les sonríen.
Para colmo, Ronaldo marca y echa un jarro de agua fría. Los gritos por la independencia desaparecen en favor del ¡Barça, Barça!. Ayer el nacionalismo obligatorio quiso lanzar al mundo una imagen manipulada. Quiso explicar que todos los barcelonistas son independentistas. Es un episodio más de su particular película, cuyo argumento afirma, sin ningún titubeo, que todos los catalanes son independentistas. A pesar de la algarada, esa pretendida unanimidad es falsa. No refleja la realidad y ayer fracasó. La prensa nacionalista, la de toda la vida y la de nuevo cuño, explicarán que el grito fue unánime. Intentarán imponer su pensamiento único y su interpretación de la historia. Es el nacionalismo obligatorio. No olviden que los gritos se hacen coincidir con el año 1714, con la fecha de la guerra de sucesión española, guerra por la sucesión de la corona española, que los independentistas en su afán de reescribir la historia la han convertido en una guerra de secesión. Es su gran mentira.
En el campo todo seguía igual. Los jugadores iban a lo suyo. En la segunda parte, volvieron a resurgir los gritos. Duraron menos que en la primera. Estaban organizados pero la «claca independentista» se veía superada por la mayoría de espectadores que estaban por lo que estaban. El fútbol mandaba y muchos deberían pensar que la política se juega en otros campos de juego.
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