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ANÁLISIS: La fatalidad la única culpable por Valentín Requena

La Razón
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- ¿Cómo se puede explicar el accidente de Simoncelli?
–Es la clásica caída tonta en la que se te va el tren delantero y te deslizas por la pista. La mayoría de las veces termina sin consecuencias, pero en esta ocasión se ha dado una concatenación de situaciones desgraciadas. Ha tenido la mala suerte de chocar y ser arrollado por dos pilotos y encima se le ha salido el casco. En el año 83, Franco Uncini también perdió la protección de la cabeza y ahí lo tienes, vivito y coleando. Es la fortuna la que interviene en estos casos. Si hubiera sido la vuelta número quince, en lugar de la segunda, todos irían en fila y, seguramente, no hubiera pasado nada.

- ¿Existiría alguna medida de seguridad que lo pudiera haber evitado?
–Lo que le ha sucedido a Simoncelli nada tiene que ver con las medidas de seguridad. Los circuitos son seguros casi al ciento por ciento, y lo mismo sucede con los monos (que llevan «airbag»), los guantes, las botas... Pero hay circunstancias que se escapan a todo. Que nadie olvide que éste es un deporte de muchísimo riesgo. No conozco a casi ningún campeón del mundo que no tenga un hueso roto. Los pilotos lo asumen desde pequeños. Tras un golpe fuerte tardan en acercarse al límite otra vez. Algunos lo superan y otros se quedan en la estacada. No todo es glamour y champán.

- ¿Se nos olvida lo peligroso que es?
–Por supuesto. El otro día vibramos con los 22 adelantamientos de Márquez en una vuelta, que en realidad son 22 oportunidades de hacerse mucho daño.

Valentín Requena
Comentarista de motociclismo durante 21 años