Irak

Zapaterismo táctico

La Razón
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Durante años, el zapaterismo ha gobernado España con técnicas publicitarias. El Gobierno era una suerte de gigantesca empresa política y los ciudadanos la masa de consumidores a los que se pretendía vender un único producto: el socialismo. No un socialismo moderno y avanzado, pongamos por caso una socialdemocracia a la finlandesa, sino un socialismo de lustre añoso, prefelipista casi. Felipe González dijo en un congreso del Partido aquello de «el marxismo o yo», y el PSOE eligió a Felipe. El zapaterismo , sin embargo, no dio opciones para escoger, se lanzó alegre, ávidamente, sobre una sociedad –exhausta después de los últimos calambrazos del aznarismo, y deprimida tras un atentado terrorista feroz– con su ideología de pegatinas rojas que no hubiesen desentonado un día después de la muerte de Franco. Parecía que Franco acababa de expirar una semana antes de que el PSOE ganara las elecciones generales por primera vez, en 2004. Había en el ambiente una excitación propia de la Transición: Irak, Mujeres, Memoria, Proceso de Paz, Estatutos, cordones sanitarios para aislar a los fascistas… Había que refundar España tras una larga dictadura. Con el socialismo llegaba la alacridad de lo moderno (de lo que nos quisieron vender como moderno, pese a ser prefelipista y más viejo que el toser). Faltó poco para que legalizaran de nuevo al PC. Con las cuentas en números negros, no había ni que pensar en la economía que, allá por 2004-2007, era una chorrada que podía aprenderse en dos tardes. La caja del Estado estaba llena, y funcionaba en piloto automático, de modo que el zapaterismo puso sus energías en motivar al público para que consumiera las grandes cantidades de socialismo que abarrotaban la talega de sus ideólogos. Se informó pródiga y cansinamente a los consumidores (votantes) sobre los beneficios de consumir el «producto socialismo», resaltando la diferencia de éste sobre las demás marcas, especialmente la de la «derecha extrema» (el principal partido de la oposición, denominado así por Zapatero en su momento). Se anunció el «producto socialismo» por medios psicológicos: en forma de Leyes basadas en argumentos simples que, aunque no demostraban la superioridad objetiva del producto socialismo, sí desataban los deseos del consumidor mediante sabrosos estímulos ideológicos. Se creó la demanda del producto socialismo donde, poco antes, no existía más que una multitud de consumidores en general abatidos y apáticos.