Europa

Londres

La «Dama» escoltada

«La dama del armiño», de Leonardo da Vinci, llegó ayer al Palacio Real de Madrid precedida de grandes medidas de seguridad. El miércoles se inagurará la exposición donde se exhibirá esta obra maestra. 

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Llegó a las cuatro menos diez en el interior de un camión acondicionado y escoltada por la Guardia Civil. A «La dama del armiño» le precede la fama de su autor, Leonardo da Vinci, un artista con el nombre estigmatizado, vilependiado, por una literatura de segunda que en nada hace justicia a su verdadero talento. Todos admiran la belleza de este óleo de juventud, la talentosa factura que le imprimió un pintor preocupado por los aspectos científicos del arte y que evolucionaría hacia el pentagrama númerico de las matemáticas, la física, la geografía y la ingeniería. Un vuelo de la inteligencia que todavía despierta admiración y que ya se atrevió a dotar de alas la figura del hombre renacentista y que dejó a la posteridad hasta el esbozo de un submarino para que otras generaciones viajaran por el fondo del mar. Pero detrás de la delicada y armoniosa apariencia que contagia la contemplación de este cuadro, tan sencillo y tan difícil a la vez, late con intensidad ese fondo de «sexo, rumores y poesía» que envolvía la convulsa corte de Ludovico Sforza, como detalla la biografía más célebre sobre el creador florentino.

Obra protegida
En el Patio del Príncipe, donde se celebró la boda de Don Felipe y Doña Letizia, aguardaban con impaciencia los responsables de la exposición desde hacáa un buen rato. Una obra de esa magnitud no sale todos los días de un museo, y allí no faltaba nadie. Incluso el presidente de Patrimonio Nacional, Nicolás Martínez-Fresno, salió para recibir a la pieza. A las dos y diez de la tarde había aterrizado en una de las pistas del aeropuerto de Torrejón el avión que trasladaba convenientemente climatizada la pintura. Es la primera vez que Polonia preside la Unión Europea y se ve que el país quiere airear su prestigio con uno de sus mejores tesoros. Este dato, y que la pinacoteca que alberga la obra está en obras, ha propiciado que el retrato, junto con otras pequeñas contraprestaciones, pueda viajar por Europa. Después de eludir el tema del seguro, una persona comentaba «la emoción» que se siente en instantes como éstos, mientras uno de los guardias de seguridad que durante las próximas semanas velará por la protección del lienzo reconocía la satisfacción que supone proteger una obra de esta envergadura y leyenda. «En estas ocasiones siempre hay más tensión», afirmaba sonriendo.
Una mujer inteligente

¿Pero quién es la mujer del cuadro? ¿Para quién se pintó esta obra? Leonardo entró en Milán, no como artista, sino como ingeniero militar, que era como él se presentaba en realidad. Sin embargo, el primer proyecto que se le encargó no fue una obra de arquitectura, sino el retrato de una de las amantes de El Moro. No era un amor platónico, poético, sino carnal. El romance entre el duque y esa joven, la bella Cecilia Gallerani, fue inmortalizada por un pintor de excepción. La primera alusión que se conserva de la pieza, reza: «Oh, naturaleza, cómo envidias a Vinci, / que ha pintado a una de tus estrellas, /la hermosa Cecilia, cuyos bellos ojos / la luz del sol convierten en oscura sombra. /Pues piensa: cuanto más vivaz y hermosa sea /mayor gloria tendrás en los tiempos futuros. / Da gracias, pues, a Ludovico / y al genio y a la mano de Leonardo,/ que quieren compartirla con la posteridad».

En 1487, Cecilia cuenta con catorce años. Y aunque nadie sabe con exactitud cuándo entró en el dormitorio de Ludovico, las pruebas apuntan a ese mismo año. Ella era inteligente, participaba en las tertulias, conocía la filosofía y la poesía, y más adelante extendió la generosidad que le otorgaba su posición dando protección conveniente a escritores y artistas. Coincidió con Leonardo en la residencia de su amante y el cuadro está impregnado de alusiones sexuales. El Palacio Real recibió ayer este cuadro. Era el que faltaba. El último en incorporarse a las salas, la estrella de una exposición que lleva pre-parándose entre bambalinas cerca de cuatro años, aunque, según admitía ayer un testigo de este traslado, la negociación para el préstamo de «La dama del armiño» ha sido más reciente y más rápida. Sobre todo cuando se conoce que la pintura participará en una retrospectiva de Leonardo que se celebrará en Londres.

«Ningún sobresalto». Con estas palabras un guardia civil, respaldado por algunos compañeros, entregaban «el paquete», el cuadro. Llevaban chalecos antibalas, ametralladoras y gafas de sol. Ni el más imprudente tendría ganas de tentar a la suerte con unos muchachos así. El «correo» –el conservador, en este caso restaurador, del museo que custodia la obra– bajó y supervisó el trayecto que debía recorrer el cuadro hasta la sala donde tenía que depositarse. El papeleo de costumbre. En el interior del camión aguardaban dos cajas: la que protegía el marco (que no es el original, sino una obra, también de alto valor artístico, que se ajusta a las medidas del óleo y que pertenece al castillo real de Varsovia) y otra –preparada especialmente para su justa y debida protección– donde viajaba «La dama del armiño». Un embalaje considerablemente más grande para el tamaño real de esta pieza. Los flashes y las cámaras de televisión hicieron su trabajo: inmortalizar el instante en que el retrato alcanzaba su destino. La propia Cecilia conservaría su retrato, tomado del natural, como apunta una carta que Isabella d'Este, hermana de la mujer del duque, dirigió a la propia Cecilia. Tras la muerte de la retratada, este cuadro padeció una larga peregrinación y diferentes avatares. Acabó en Polonia. Ahora, muchos siglos después de que Leonardo pintara esta exaltación de la juventud, se podrá ver en Madrid.

El detalle, ¿un armiño o un hurón?
Existen dudas. ¿Qué animal es? Durante un tiempo se puso en interrogantes, pero, finalmente, parece que existen datos, no sólo físicos, que apuntan al armiño, y no al hurón. Para empezar es una alusión emblemática a Ludovico Sforza, que fue investido en 1488 por Ferrán de Aragón, rey de Nápoles, con la condecoración de la Orden del Armiño. Segundo, «galé» en griego es armiño. Sólo hace falta comparar el apellido de la retratada: «Gallerani». Aparte, el cuadro está repleto de símbolos. La mano que acaricia al animal es una referencia sexual. Y, como señaló en un libro uno de los expertos en Leonardo, el vestido, la danda de oro, la cinta negra, el velo y el collar, «sugieren la condición de la mujer sometida, de la cautiva, de la concubina». Según algunos intérpretes, la obra es un juego entre lo simbólico y lo erótico. De hecho, el armiño es un depredador con fama. A lo mejor una llamada sutil al carácter de El Moro, que coleccionó a unas cuantas amantes.

Seguridad y conservación de un cuadro
Todas las obras de arte sometidas a un traslado viajan en unas cajas hechas especialmente a medidas para ellas y que las protegen de los cambios de temperatura y de humedad. El dispositivo de seguridad, aparte del instalado en la sala, cuenta, en casos especiales, como es el de «La dama del armiño», con una escolta policial. Una vez que un cuadro llega a un museo debe permanecer 24 horas en su embalaje. No debe abrirse para evitar daños y que se aclimate convenientemente. En cada traslado, los conservadores examinan siempre el estado del lienzo.