España

Draghi el caballero blanco

La Razón
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Desde que tomó posesión como presidente del Banco Central Europeo (BCE), el italiano Mario Draghi ha cambiado radicalmente la forma de actuar de la institución frente a la crisis de deuda de la eurozona. La principal preocupación de su predecesor, el francés Jean-Claude Trichet, era la estabilidad de precios en la zona euro, y por ello subió los tipos hasta en dos ocasiones en 2011, decisiones que mancharán un historial impoluto en lo precedente. El dirigente transalpino, por contra, miró a Grecia y Portugal, y después a Italia y España, cuatro economías en recesión que necesitaban -y necesitan- un respiro. El cambio de tercio era necesario.

Después de cien días en el cargo, dos bajadas de tipos y una macroinyección de liquidez -la segunda se realizará el 28 de febrero-, Draghi es consciente de que Europa baila al son de la llamada "dictadura del mercado". Es un problema de deuda, dicen, pero lo cierto es que, sin deuda, la máquinaria estatal de los miembros de la moneda única no funciona. Están diseñados así, dependen de la financiación exterior para pagar lo que su PIB no genera, especialmente en un escenario de contracción económica.

Los paquetes de bonos se apilan unos sobre otros en los balances de los bancos, el Estado engorda la factura, tiene que pagar cada vez un mayor coste para financiarse y un día los inversores dejan de acudir a las subastas. El círculo vicioso de la deuda concluye cuando los mercados cierran el grifo, las primas de riesgo se disparan y el Estado no puede apilar más deuda para pagar la ya contraída. Los intereses se elevan, los vencimientos se aproximan y el país quiebra.

Para Grecia, el efecto multiplicador de la deuda se convirtió en divisor y la llevó a la bancarrota, de la que sólo sobrevive gracias a la UE. El objetivo de Merkel y Sarkozy no es rescatar a Grecia, sino evitar que sus bancos sufran un agujero inmenso por el impago heleno. Alemania y Francia, cuyo sector financiero es el más expuesto a Grecia, deberán pagar, de producirse, los costes del "default"del país. De ahí la urgencia del segundo rescate.

Para evitar una situación similar en Italia y España, el BCE imprimió papel e inyectó a la banca casi medio billón de euros (la mitad del PIB anual de España) en préstamos a tres años con un ridículo interés del 1%. El principal objetivo de la medida se ha cumplido, ya que los inversores dejan respirar a España e Italia, cuyos dirigentes tienen, de momento, capital con el que pagar los vencimientos futuros. El problema llegará cuando Portugal, y después Irlanda, exijan el mismo trato de favor que Grecia y la situación de "histeria colectiva"(el escenario preferido de los "hedge funds") vuelva a estallar.