Elecciones Generales 2016
La izquierda en la calle
La izquierda española, a través de los sindicatos CC OO y UGT, los partidos en la oposición y centenares de organizaciones afines, comienza hoy a tomar las calles con las manifestaciones convocadas en más de 50 localidades contra las reformas en Educación y Sanidad y contra el Gobierno del Partido Popular. No es casual que ayer las Juventudes Socialistas llamaran en su congreso a la movilización precisamente desde la sede del sindicato «hermano» de UGT. Las protestas de hoy son una prolongación de la fallida huelga general del 29 de marzo, y calentarán sin duda el ambiente político para que, este martes, la asistencia al 1 de Mayo sea masiva y pueda devolver a las centrales sindicales al menos parte de la perdida influencia y hacer más cómoda la labor de ariete de PSOE e IU en la oposición. Mayo se revela como un mes clave en el que agitar las calles con la ayuda de los antisistema del 15-M, y preparar nuevas huelgas generales. La agitación es la gran opción, si no la única, por la que ha optado la izquierda liderada por Rubalcaba. Porque en el ruido, y en la crítica sin fisuras al Partido Popular, se pierde la perspectiva y es más fácil eludir las responsabilidades de los gobiernos socialistas en la catastrófica gestión de la crisis y en las consecuencias que ahora tenemos que pagar entre todos. La vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, en alusión al PSOE, afirmó ayer que «algunos dicen que hay que salir a la calle. Si yo hubiera dejado el país como lo han dejado ellos, a mí lo que me daría vergüenza sencillamente es salir de casa». Y tiene razón, vista la pésima herencia que ha forzado a su Gobierno a adoptar medidas impopulares que no estaban en su programa. El plan que la izquierda lleva a la calle es el de una alternativa demagógica que no supone sacrificios a la población y que nos llevará al desastre. Los casi ocho años de gobierno socialista están en el recuerdo de todos. El ruido, la algarada y la propaganda serán en mayo las mejores oportunidades para que la oposición recupere el protagonismo que los ciudadanos le negaron en las urnas hace sólo seis meses y para que los sindicatos intenten recobrar parte del esplendor que han perdido por méritos propios junto con las multimillonarias subvenciones que los gobiernos pagaban hasta ahora sin rechistar a cambio de la «paz» social. El Partido Popular esperaba una oposición responsable, aunque dura, y ha topado con un PSOE incapaz de interpretar el castigo electoral, volcado en el radicalismo y la barricada. Es la peor política posible, que habla al mundo de división interna cuando el momento requiere ahora de un extraordinario esfuerzo común para sacar a España de su situación de emergencia.
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