Grupos

Lo quiero cuánto por Agustín García Calvo

No puedo menos de oírlas, allá sentadas a la mesita del rincón, que por algún rebote acústico, y con lo tiple de la una y lo contralto desgarrado de la otra, me tengo que enterar de casi toda su cháchara. –¿Ése? Ni me acuerdo del color de sus ojos.

La Razón
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No: es ése que conociste en el bautizo de mi sobrina, que ando con él, uf, casi medio calendario. –¿El Regómez?, ¿el de las motos? –Ése: ahora se llama Amor. –¿Qué dices, despendolada? –Nada, tonta: que entre decirle Ruperto y decirle Amor, casi prefiero; aunque últimamente me chirría un poco cada vez que se lo digo. –Y eso ¿por qué, Soraya? ¿Es eso la desesperación que venías a contarme? –¿No ves la cara sumida que tengo, Nela, que hasta se me hacen plises en las comisuras? –Será lo de siempre: que tú estás con él y él se va con otras. –Pero es que eso a mí… –Sin lágrimas. ¿No sabes que los hombres siempre, de pies o de ojos, están yéndose con otras? No tienen, los pobres, otra maña para creerse libres. –Ya. Pues eso es, Nela, lo que me rabia: que tenga que tomármelo a lo trágico, que me hiera rasgándome las tripas: ¿es que soy tan imbécil? –No desbarres, que te van a oír. Vamos a ver ¿tú lo quieres? –¿Que si lo quiero? Claro… – ¿Cómo? ¿Cuánto? –¿Eh? Pues mira: me gusta follar con él, nunca me he sentido tan bien; cuando no está, me falta; si me dice de casarme con él mañana, me caso y mando todo al carajo. ¿Es eso lo que preguntas? –Sí. Pero ninguna de esas cosas ni todas juntas son lo mismo que si dices «lo quiero» –¿Qué? ¿Que no te crees que lo quiera de veras? No te entiendo. –No. Pues no es lo mismo. Cuando llegó el momento de la verdad y le dijiste «te quiero»… ¿O no lo has hecho? – Sí. Claro. Creo. –¿No ves que ahí no se puede decir «mucho» ni cuánto, porque, si se dice, ya no vale? – Ah. –Pues imagina que ahora, pasando eso a la tercera persona, hablando del Regómez mismo, dices sin más «Lo quiero»: ¿no ves que esto es otra cosa? – Sí. Otra; y tremenda. Y ¿entonces? – Entonces, Soraya, poco. Págale a la chica, que me tengo que ir disparada al centro.