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Springfield

En las antípodas de Bart Simpson

Grisham entrega «El secuestro», la segunda novela de las aventuras del niño abogado«Theodore Boone. El secuestro»John GrishamMontena. 224 páginas, 17,95 euros.

La Razón
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Sin duda, la saga del joven aprendiz de abogado Theodore Boone está más cerca del libro juvenil de aventuras que de las fantasías heroicas del aprendiz de brujo Harry Potter. Ambos héroes buscan la ejemplaridad por distintos caminos. John Grisham ha cosechado un enorme éxito con los dos primeros volúmenes de esta saga, centrados en la figura de un niño de 13 años que sueña con ser juez o abogado criminalista y siente una acendrada pasión por el imperio de la ley que salvaguarda el sistema de valores democráticos norteamericano. No es un tema baladí, y menos como lo presenta Grisham, en forma de apólogo moderno sobre la Justicia.

Sin gazmoñerías
En estos libros de «intriga judicial» –especialidad de John Grisham– dirigidos a niños de entre 8 y 13 años, el «thriller» detectivesco gira alrededor de esta obsesión de Theo Boone por los juicios, la indagación policial y el Palacio de Justicia de la provinciana ciudad de Strattenburg, idealización que contrasta con modelos televisivos que muestran la vida familiar de clase media desde una óptica ferozmente crítica, como «Los Simpson» y «Padre de familia», en similares ciudades como Springfield o Quahog. Los padres de Theo son abogados cultos y juiciosos y al igual que profesores y magistrados son retratados sin gazmoñerías, de forma positiva. El sentido de la rectitud, la tolerancia, el respeto a la comunidad y la pasión por la Justicia conforman el horizonte sobre el que se recorta ese mundo idealizado en el que se mueven los personajes de la saga del «niño abogado». En su periferia hay un mundo marginal configurado por familias desestructuradas que cuestionan ese orden «pequeñoburgués» que tan a menudo se ridiculiza asimilado a lo más reaccionario, cuando es difícil entender que alguien ansíe vivir en esa otra fantasía que se retrata en las novelas negras o se ridiculiza, con indudable gracia, en las familias de Homer Simpson y Peter Griffin. Grisham es una narrador magistral, acostumbrado a tejer tramas que atrapan. Theodore Boone es retratado con los elementos justos para singularizarlo y verlo crecer de relato en relato. Lo mismo que la acción de este género de novelas de abogados y juicios, el «legal thriller», en las que prima el suspense, la indagación de joven y el juicio. Esa sencillez, unida a la propuesta didáctica, puede confundirse con simplicidad. La descripción del mundo de Boone, la concisión de los elementos que conforman la trama y la efectividad con la que Grisham la resuelve nacen de un manejo extraordinario de los estilemas de este género, denostado por los amantes del thriller rocambolesco.