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Desde Transilvania hasta Madrid
Ramón Langa y Emilio Gutiérrez Caba protagonizan «Drácula»
Célebre por el cine, el vampiro con más rostros de la historia, nacido como novela epistolar en 1897 de la pluma del irlandés Bram Stoker, tuvo una temprana adaptación a los escenarios: antes de publicar la novela, el propio Stoker hizo una lectura dramatizada, y Hamilton Lane la convirtió en obra en Londres en 1924. Aquella versión –la obra se centra en la llegada del conde transilvano a Inglaterra– es la que este viernes llega al escenario del madrileño Teatro Marquina, dirigida por Jorge de Juan y Eduardo Bazo, con intención de hacer pasar un rato inquietante al respetable. En ello se ha volcado la producción de Alejandro Colubi: «Tiene una escenografía brutal, desapariciones y apariciones, murciélagos que vuelan por el escenario y el patio de butacas, trucos de luz y sonido... Es una apuesta muy grande», explica Ramón Langa.
Caballero, educado y fiero
Langa da vida a un Drácula «conservador, muy económico, porque todo el mundo sabe quién es. He tratado de que sea muy caballero, educado y correcto, para que, cuando se vuelve una fiera y salga el monstruo que es, haya contraste. Y le he dado un punto de cinismo: es mejor sugerir que mostrar». Aliado con Mario Zorrilla (Renfield), los mordiscos del no muerto buscan los cuellos de María Ruiz (Mina Harker) y Amparo Climent (la señora Wells), pero tendrán enfrente a Martiño Rivas (Jonathan Harker), César Sánchez (Seward) y, claro, el profesor Van Helsing, al que da vida Emilio Gutiérrez Caba.
«Este género de terror casi gótico se ve muy poco en España. En Inglaterra lo cultivan mucho más», reconoce Gutiérrez Caba. «No sé por qué: somos un país muy imaginativo y podríamos llevarlo a otras lecturas. Es cierto que no se puede crear el mismo miedo en un teatro que en el cine. Pero si logras un clima y de pronto irrumpes en la cuarta pared, se contagia esa tensión». Y Langa reconoce que «a veces es más difícil hacer reír a la gente que hacerles pasar miedo. Cuidado: hablo de la alta comedia. Salir un tío diciendo caca, culo, pedo, pis, eso lo hace cualquiera... como se está viendo».
Aunque el célebre texto de Stoker y, sobre todo, algunas versiones en celuloide ofrecían más que el terror: como icono, Drácula se ha asociado a cierta sexualidad, morbo e, incluso, erotismo. En esta versión, asegura Langa, «la seducción y la sensualidad están latentes. Hay un par de escenas o tres cargadas de hipnosis, de atracción, de mística». Y cree que «al ser humano le gusta lo prohibido. Por eso la droga tiene tanto éxito, sobre todo entre la gente joven. Por cierto, ése es el gran negocio de la droga. Lo dijo Lucky Luciano hace 80 años: "Si queréis acabar con la droga, legalizarla". Yo lo haría».
Con todo, este «Drácula» no es un montaje gore. «En teatro, a partir de la cuarta fila no se ve la sangre, no es como en el cine. Además, quedaría falso, y en este oficio tienes que hacerlo de mentira para que parezca de verdad», explica Langa. Aunque algo de sangre habrá. Y responde con risas el actor: «Le voy cogiendo gusto. En un cartel se me ve en una foto con un chorro de sangre. Y pienso: tiene que estar rica».
Entre Coppola y la Hammer
Las referencias cinematográficas son inevitables: Langa cita a Coppola, aunque le gusta el expresionismo algo caduco de Lugosi y apuesta por el blanco y negro. Gutiérrez Caba admira la versión de Coppola, «la mejor realizada», sin desdeñar la primera que se hizo, precisamente a partir de esta versión teatral: «Es curioso, porque se rodaron dos versiones: una inglesa se rodaba por la mañana, y otra española por la noche. Los técnicos españoles copiaron de tapadillo la inglesa. Aplicaron muy bien la técnica, tanto que su "Drácula"no se estrenó comercialmente porque estaba mucho mejor hecho que el inglés».
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