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Hotel dulce hogar

Hotel, dulce hogar
Hotel, dulce hogarlarazon

Tengo querencia por los hoteles. He de reconocer, llámenme sibarita, que en ellos siempre me siento más cómodo y mejor atendido que embuchado en una tienda de campaña. En cada uno de los establecimientos en los que he estado he ido dejando olvidada sobre la mesilla una parte de mí.

Los hoteles han sido mi escondite, mi primera vivienda, mi segunda casa, mi quinto pino. Hogares donde soñar, pecar, sentir, descansar y, con suerte, clavarse la aguja del pajar.

En mi guía de sueños con encanto he ido apuntando, a lo largo de mis viajes y escapadas, los nombres de los hoteles a los que siempre me ha merecido la pena y la cama volver. En ella aparecen, por ejemplo: el lujoso Hostal de La Gavina en S'agaro (Girona), una antigua masía catalana en la que durante algunos días llegué a creer que de verdad tenía posibles; Casa Videira, en el abrigado pueblo pesquero de Bueu (Pontevedra), un alojamiento rural al borde de un ataque de nécoras en plenas Rias Baixas; el Hotel AC ciudad de Toledo, desde donde «la imperial» parece más peñascosa que apesadumbrada; el Hotel Pueblo Acantilado en El Campello (Alicante), donde el mar se pone en marcha con la tarjeta de la habitación; el Hotel Paloma, en Tomelloso (Ciudad Real), donde uno se duerme escuchando el latido del corazón de La Mancha; La Posada de babel, en Llanes (Asturias), donde un prado se puede elevar al cubo; El Parador Nacional de Jávea (Alicante), porque sobre gustos no hay nada escrito, o quizá ya sí.

Pero por encima, o al lado de todos ellos, hay un hotel que me apasiona, un oasis de calma ubicado en Playa Blanca (Lanzarote), siempre Lanzarote. El Hotel Casa del Embajador es un balcón abierto al estrecho de la Bocaina, una excepción con vistas a la Isla de Lobos y Fuerteventura. Un pequeño y coqueto establecimiento alejado del mundanal ruido del turismo de playa y piscina, típico de las islas, con un colorido jardín, una edificación en blanco y verdes, un acogedor patio típico canario donde se sirve el desayuno, 12 amplias habitaciones, una suite, un millón de vistas al Atlántico y mucha tranquilidad. Es, nunca mejor dicho, un hotel como una casa. Desde un pequeño espigón de piedra con escalera que hay justo enfrente y al que se accede por la puerta que da al paseo marítimo, puedo asegurar que allí me he dado, cada vez que he tenido ocasión, el mejor baño de mi vida.

Hoteles y Paradores hay muchos y en España la mayoría buenos, el resto es cuestión de gustos y de gastos. Yo tengo querencia por ellos, me atrevería a afirmar que donde esté un hotel que se quite el fútbol, los toros y los espacios sin humo.
 

>> Nombre. Hotel Casa del Embajador.
>> Dónde. En Lanzarote.
>> Lo mejor. Su millón de vistas al Atlántico y su tranquilidad.
>> Contacto. 928 519 191.