Roma

Italia dividida en su 150 aniversario

Hace 150 años la proclamación de Víctor Manuel II como Rey de Italia marcaba el cénit del «Risorgimento», una de las historias más hermosas y admirables del siglo XIX. Sólo faltaba la conquista de Roma para que se completase esta epopeya en la que un puñado de jovencísimos idealistas forjaron con sus vidas una nueva nación.

La bandera tricolor sobre el «Altar de la Patria», en Roma
La bandera tricolor sobre el «Altar de la Patria», en Romalarazon

Un siglo y medio después, Italia celebra este especial cumpleaños más dividida que nunca. Las diferencias económicas y sociales entre las regiones del norte y del sur, las tensiones separatistas de la Liga Norte, el maniqueísmo que levanta Silvio Berlusconi y la fractura generacional lastran la soñada unidad del país.

Nunca Palermo y Milán han estado tan alejadas como hoy. Mientras en la zona septentrional del país las pequeñas y medianas empresas conforman un rico tejido productivo en el que no escasea el trabajo, Sicilia y Calabria, entre otras regiones meridionales, están lastradas por un perpetuo retraso económico.

La renta per cápita de los italianos del sur, conocidos como «terroni», es inferior al 60 por ciento de la que tienen sus compatriotas de las otras partes del país.
Gran parte de la culpa recae en las organizaciones criminales: la ‘Ndrangheta calabresa, la Camorra napolitana y la Cosa Nostra siciliana campan a sus anchas en los territorios que controlan.

A la unidad ni siquiera contribuye el Gobierno. Berlusconi está en manos de la Liga Norte, responsable de la agenda política del Ejecutivo: en ésta sólo hay sitio para las leyes «ad persónam» de «Il Cavaliere» y para las ambiciones federalistas de la Liga. Ayer mismo, mientras el país celebraba el 150 aniversario, uno de sus dirigentes, Mario Borghezio, aventuraba que «el viento de la historia nos llevará a dos Italias». En su opinión, dentro de poco «los italianos serán los mejores vecinos» de los habitantes de la Padania, el utópico país que sueñan los «leguistas» formado por las regiones septentrionales.

La controvertida figura de Berlusconi también separa a los italianos. Sus escándalos sexuales, sus cuatro juicios pendientes y, en definitiva, su peculiar forma de entender y ejercer la política han dividido a la población en dos bandos.

Ante «Il Cavaliere» no caben medias tintas: o se le quiere o se le odia; o se le considera un salvador o se le tacha de bufón insufrible que ha llevado a la nación a su momento más bajo desde la Segunda Guerra Mundial.

La última grieta en la unidad está formada por la insalvable distancia entre generaciones. Italia es un país de viejos: tiene una de las poblaciones más envejecidas del mundo y, además, está regido por una gerontocracia que lleva lustros instalada en el poder y que no tiene intención de jubilarse por ahora. Ésta manda en la política, la economía y la opinión pública.

Las oportunidades son negadas de manera sistemática a los jóvenes, muchos de los cuales se ven obligados a emigrar al extranjero para poder desarrollarse profesionalmente y vivir de forma digna.


Tras la fiesta, llegan las huelgas
Las huelgas, a las que son tan aficionados los sindicatos transalpinos, nunca se celebran en Italia un martes o un miércoles: se convocan los viernes. Así se invita a los trabajadores a que disfruten de un siempre bienvenido puente. La fiesta por los 150 años de la Unidad de Italia significaba una oportunidad demasiado atractiva: caía en jueves. Las agrupaciones de asalariados de diversos sectores, como la educación o los transportes públicos, la han cogido al vuelo convocando una huelga para hoy contra el Gobierno. Así han logrado que sean cuatro los días de vacaciones para muchos italianos.