Sevilla

Desde la reserva india

La Razón
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Que paren las rotativas, que hagan callar a la Merkel, que reúnan con urgencia al G20 tras el brillante hallazgo del presidente de Sacyr sobre la causa de la crisis mundial: ¡el PER andaluz! Sí, sí, lo que oyen. Y no crean que es una idea aislada de este señor de Murcia con cara de cocinero vasco, sino que ya antes, y como él, la habían tenido otros tipos inteligentes y letrados de las finanzas como Esperanza Aguirre o Durán Lleida, sólo que en el caso de Luis del Rivero ha ido más lejos al asegurar textualmente que el PER está creando «un efecto psicológico terrible en el sector financiero internacional». O sea, que ya sabemos que el nerviosismo ése que dicen que estaban padeciendo los mercados, en España y en el mundo, no lo provoca el exceso de ladrillo del que también Sacyr sabe un poco, la corrupción política o el crédito indiscriminado, sino las obras de pavimentación en las calles de Mollina, Málaga, y las peonadas falsas que algunos alcaldes estaban firmando por Granada. Nos ha llamado indios de reserva, paletos sin estudios y vagos, pero eso es lo de menos porque lo verdaderamente importante es que Del Rivero ha dado en la clave –que creo capital– de situar en Andalucía el origen de la falta de confianza global que sufren los mercados, para que luego digan que reparar aceras no es fundamental en economía. Y la verdad es que puestos, las cuentas salen de sobra porque si, por un lado, tenemos que el PER nos cuesta al año unos 140 millones de euros que no sirven para nada y que la empresa Sacyr se dedica a su vez a la soplapollez de construir un edificio en Sevilla como el de las «setas» de la Encarnación (que se adjudicó por 50 millones y que ya va por el doble) pues, efectivamente, ahí tenemos de momento 250 millones prácticamente tirados a la basura. Si como además, y según lo dicho por Griñán, buena parte de la gente que trabaja subcontratada para Sacyr proviene de la reserva indio-andalusí del PER, pues ahí tenemos el círculo nervioso que tan vicioso pone al mercado, o viceversa. El problema que desde la reserva veo a todo esto del «General Custer» del Rivero no es que «hombre blanco hablar con lengua de serpiente», sino sus largos y voluntarios silencios. ¿Cobran sus trabajadores lo mismo aquí que en Madrid? ¿Qué beneficios a dedo ha tenido su compañía?