Sevilla
La calle es de por Lucas Haurie
El mismo día en el que las hordas rojas de Chávez retuvieron para el comandante la presidencia de Venezuela gracias, entre otras acciones, al asesinato de tres opositores en un mitin, las Sturmabteilung armadas (de millones de euros) por el gobierno antes de Chaves y ahora de Griñán, que tanto monta, atentaron contra unos manifestantes de CSIF con el resultado de cuatro heridos. Dos sucesos significativos de cómo la izquierda en general y nuestros sindicatos denominados de clase en particular conciben la democracia. Si la Policía propiciase, para reprimir cualquier algarada callejera, un balance hospitalario similar al causado por los liberados de UGT y CCOO el domingo en Sevilla, ardería Troya o, como poco, bramaría un trozo del Congreso por la dimisión del ministro del Interior. Mucho menos pasó el 25-S y todavía no puede ir a comprar el pan sin escolta la delegada del Gobierno en Madrid. El ciudadano estragado por los recortes debe circunscribir el objeto de su protesta a los políticos del PP, a riesgo de que protestar contra «uno de los nuestros» (de los suyos) comporte la contundente intervención de los Braunhemden de Pastrana y Carbonero, esos príncipes de la tolerancia. Con suerte, te tildan de fascista y te llevas unos cuantos escupitajos encima; con menos, un petardo te achicharra el brazo; y está cerca el día en el que por mano del demonio tengamos que lamentar una desgracia irreparable. «La calle es mía». Son como Fraga pero sin letras.
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