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Carta a los Reyes Magos
Altezas Reales, por fin pasó 2011, que vaya añito ese de marras con su crisis y su todo. No le faltó de nada; de nada bueno, claro. Tal maldadoso ha sido que para su peor augurio y con el alevoso fin de que no le olvidemos nos ha dejado en herencia un año parecido, es decir, otro año a la intemperie, de esos que se pueden comer crudos y con patatas, pero incluso, para este 2012, sin ni siquiera patatas. Esto indica que el nuevo Gobierno no lo va a tener fácil, ni tampoco para unos cuantos apaños y ya está. Menos mal que el equipo de Mariano Rajoy viene con las alcalinas puestas y a toda máquina, hasta el extremo de vaticinarnos un año de color verde, de esos de color esperanza. No se trata de esos «brotes verdes» que dijera la ya ex ministra socialista de Zapatero, Elena Salgado, sino de un color «verde esperanza» para la recta final del año. Hasta Ramón Luis Valcárcel lo ha reconocido, y eso que al veterano líder de los populares del Sureste español le cuesta creerse cualquier milonga. Sacar a nuestro país de la herencia socialista no va a ser empresa fácil, por eso que Rajoy y Valcárcel atisben una luz al final del túnel de este año que ahora empezamos no es un buen augurio, sino el mejor de todos ellos y el único posible después del comportamiento ejemplar de todos los españoles en unos de los peores años que se conoce.
El año 2011 no ha sido pues un año de cohetes, sino de esos que invitan a moverse, que rompen la inacción y hace de los hombres sus verdaderos protagonistas. Un año que invita a la rebelión, porque sólo los optimistas saben luchar contra el mal, mientras que los pesimistas sólo saben extrañarse de él, como decía Chesterton. Y como la esperanza es el sueño del hombre despierto, hay que soñar con los ojos bien despiertos, para que no se nos escape nada, y eso es a lo que invitamos a nuestros gobernantes, a que no se les escape nada, porque la España que nos deja Zapatero es complicada y peligrosa y en el barco que aborda esa zozobra estamos todos embarcados.
En la emboscada de la crisis del año 2011 no hemos estado solos. No lo digo como consuelo, porque tendría que ser uno un poco tarugo para alegrarse de una desgracia ajena que antes o después acaba por instalarse en el patio de tu casa. ¡No! ¡Por supuesto que no! No ha sido una crisis coyuntural, sino contextualizada en un marco de relaciones políticas y económicas que marca la propia Unión Europea, a la que hemos cedido parte de nuestra soberanía con el fin de que se cumpla el sueño de Konrad Adenauer de una Europa de las naciones y de los pueblos. Ha sido una crisis de España y de todos los españoles, pero también de todo el mundo occidental. Las economías más boyantes del planeta (Japón, Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia...), países todos del G-7, el «lobbie» más poderoso del mundo, han visto caer sus economías como jamás lo habían visto antes. Pero que haya sido una crisis global no exime de sus responsabilidades a los anteriores gobernantes, que mintieron al pueblo español haciéndole creer datos falseados, como acabamos de ver con ese gasto público agazapado bajo las alfombras de La Moncloa y que no afloró hasta la llegada de Luis de Guindos al Ministerio de Economía y de Cristóbal Montoro al de Hacienda, un gasto público que sumado a los 20.000 millones ya existentes eleva el total del mismo a 36.500 millones, poniendo en grave riesgo los recortes previstos tanto por el Gobierno de España, como por la propia UE. Un año, éste que dejamos atrás, que heredamos con el pesado lastre de cerca de seis millones de parados y casi un millón y medio de familias con todos sus miembros sin trabajo. Un año devastador, en definitiva, que sólo deja ruindad a su paso, como es el caso de Lorca, que a punto de cumplir los ocho meses desde que el tiempo se detuviese en la Ciudad del Sol apenas ha recibido unas decenas de millones para su reconstrucción. Nada de lo ocurrido el año 2011 ha sido bueno y es llegada la hora de que algo cambie, que es, justamente, lo que han votado y desean todos los españoles sin distinción alguna.
Pero la brevedad es el alma del ingenio, que dijera Shakespeare, y a nuestros gobernantes les toca ahora dar la vuelta al calcetín. Ya no vale decir aquello de que ésto venía de atrás, que hay vicios adquiridos, que los daños han sido tan graves que el sueño tardará en cumplirse, que los mercados escapan a los controles financieros y éstos a todo el mundo. ¡No! Lo único que vale son las políticas de ajuste para enderezar el rumbo, meter a todo en mundo en cintura para que se cumplan los objetivos, que nuestros gobernantes sean modélicos y lo parezcan, que no se mienta ni se especule con la verdad y, sobre todo, que se acierte y pronto en las medidas que España necesita para salir de esta. Como Lorca, que sabe y confía en que su pesadilla acabe este 2012. Altezas de Oriente, España sólo quiere ver la llegada de su tren a esa estación llamada futuro.
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