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Antonio Cañizares: «El economicismo a ultranza está dispuesto a devorar al hombre»

La Razón
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La lucha de Antonio Cañizares es contra el olvido, que es una pandemia que afecta a la conciencia contemporánea, a la memoria. Lo que defiende es un humanismo de raíz europea, el que proviene de la cultura griega, del derecho romano, de los logros de la Ilustración y de los valores heredados del cristianismo. Unos sustratos que han permanecido vigentes, pero que ahora son difíciles de publicitar, de extender en una sociedad herida de materialismo. Antonio Cañizares regresa a un mundo a la medida del hombre, que era un antiguo ideal renacentista, muy del siglo XVI, que es otra de las cumbres intelectuales de Occidente, pero sin olvidarse de una dimensión trascendente, espiritual, que es lo que supera lo terrenal, lo que nos libera de lo inmediato. Cañizares aseguró en Ávila que «el hombre no es posible sin la pregunta «¿qué es el hombre?» y, a la vez, y sin que exista contradicción, afirmó que «el hombre tiene una sublimidad y una vocación. La base del humanismo es la verdad y la libertad. La crisis económica viene porque pretende que la afirmación de Dios no debe tocar para nada la sociedad. Al contrario, es garantía de que los aspectos humanos tienen una consistencia y sin ellos no podemos conducir nuestra sociedad».

Las raíces de la crisis
Cañizares reclama la parte del hombre que ha sido marginada en los postulados de la ambición y la codicia, que es la del alma y el pensamiento; y la necesidad de vivir con unos códigos morales y éticos que han sido borrados, anulados, olvidados. «La crisis económica y la reiteración de todas las partes de aspectos económicos en la actualidad nos indican la raíz de la crisis económica: que se ha dejado de lado al hombre, al bien, a la verdad y a tantos otros puntos que deben constituir la Europa al servicio de la familia y del hombre».

¿Pero cuál es el punto de partida de su crítica de la situación económica que padece el mundo? «Detrás de esta crisis hay una crisis de valores muy grande. Se ha vivido del despilfarro, del consumo, que únicamente era buscar el bienestar por el bienestar. Y esto ha sucedido en toda Europa. Igual que en España, ha ocurido en naciones como Italia o Francia. Las relaciones internacionales se basaban en crear desarrollo, no se asentaban en la persona, el bien común. «Bien común» es una de las expresiones menos usadas. Necesitamos una Europa nueva. Un cambio de valores, un reconocimiento de lo que es lo bueno y lo que es lo malo».

La pregunta es uno de los elementos de la retórica. Una forma de exponer problemas de relieve. Lo practicaban en el senado romano. Y Shakespeare también. Cañizares lo recuperó ayer. «¿Se puede avanzar en un desarrollo cuando este desarrollo produce tantos problemas ecológicos y puede aplastar a la humanidad? ¿Puede haber desarrollo humano cuando la vida no es respetada, la familia no es protegida y el paro es alarmante? ¿Puede haber desarrollo cuando países en África están sumergidos en lo peor? No hay futuro para esta Europa, si esta evolución va en contra del hombre, la dignidad y la verdad».

Un futuro para la humanidad
Cañizares no fue pesimista durante su intervención, siempre sosegada, en un debate que fue limpio entre los participantes, pero tampoco cerró los ojos a la realidad. ¿Cuáles son las consecuencias de sobreponer las finanzas sobre el hombre? Su punto de vista estaba muy claro: «El economicismo a ultranza está dispuesto a devorar al hombre. Hay poderes y personas empeñados en que Europa, con los valores que la sustentan, desaparezca. La verdad, el respeto a los derechos humanos se deben tener en cuenta. Estoy convencido de que hay un futuro para la humanidad, a pesar de las cifras alarmantes. Pero la economía tiene que estar al servicio del hombre y no al servicio de capitales». Cañizares alertó de uno de los peligros actuales y que es una de las causas que han debilitado los valores: el relativismo. «¿Se puede avanzar en el progreso cuando no se avanza sobre la verdad? –comentó mirando al público–. ¿Cuando se establece un relativismo tan tremendo como el que nos atenaza y que rige la economía?». Su conclusión fue: «La esperanza se asienta en la dignidad, la verdad, y los valores que dimanan de ahí. Es en este punto donde tiene un papel y una responsabilidad muy grande la Iglesia».