Policía
Las 48 horas de «Los Gordos»
Mientras la cúpula no caiga, se sabía que era sólo cuestión de tiempo. Para el clan de «Los Gordos», que controlan el negocio de la droga en Valdemingómez, reinaugurar una nueva sede cada cierto tiempo ya forma parte de la rutina de su negocio.
Son expertos en regenerarse ipso facto tras un golpe policial pero esta vez han batido su propio récord. Si hace menos de un mes (el 19 de enero) la Policía tiró abajo el último bunker que habían preparado en una infravivienda de la Cañada Real, el pasado miércoles los agentes derribaron una nueva fortaleza que habían adquirido sólo dos días antes por 60.000 euros, según fuentes policiales.
Y es que, los 20 detenidos en la operación del día 19 (ocho de ellos eran miembros del clan y el resto «machacas») ya se encontraban en libertad tras pasar a disposición judicial, por lo que todo apunta a que sean los mismos que se encargaron de adquirir la última propiedad. La nueva chabola, remodelada con todas las medidas de seguridad habituales en sus construcciones (ventanas tapiadas reforzadas con barrotes y puertas blindadas en el interior) estaba ubicada en el número 48 de Valdemingómez. Ayer, un día después del desalojo y posterior derribo, la que fuera «sede» del negocio de «Los Gordos» sólo durante un par de días había quedado convertida en una montaña de escombros donde había sepultados restos de ropa de niño, grifos viejos, trozos de puerta o paneles de uralita.
La operación del miércoles fue llevada a cabo por agentes de la Policía Municipal. Según una portavoz del Área de Seguridad del Ayuntamiento de Madrid, durante el desalojo de la infravivienda no se encontraba nadie en el interior. Los agentes sólo requisaron unos 500 euros y pequeñas cantidades de cocaína y heroína, según las mismas fuentes. Lo cierto es que «Los Gordos» tienen prácticamente el monopolio de la droga en la Cañada y no pueden arriesgarse a perder tanto dinero –abastecen aproximadamente un millar de toxicómanos al día– ni de tentar a la suerte. Si descuidan el negocio sólo unos días en la calle de la droga por excelencia de Madrid enseguida tomarían el poder otros clanes ahora por debajo de ellos.
Además, tienen empleados a decenas de «machacas», toxicómanas que a cambio de una dosis trabajan para ellos: atraen clientes, vigilan, recogen papeles de la entrada de la casa y hasta les lavan el coche.
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