Caracas

Travesura por Alfonso Ussía

No se trata de una bribonada, de una travesura, o de una granujería de pandilla de niños. Se trata de una villanía sin límites

La Razón
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Juan Roig, que ha creado en el último año más de mil puestos fijos de trabajo en Andalucía, ha sido definido por un Bardem –siempre hay un Bardem dispuesto a decir majaderías–, de capitalista terrorista.

Por lo tanto, que sus supermercados sean asaltados y robados con violencia por Sánchez Gordillo y su banda está plenamente justificado. Llamazares ha calificado la acción delictiva de «simbólica». Es decir, que el robo se ha convertido en un símbolo que sobrevuela al Código Penal. A Valderas, el socio de Griñán en la Junta de Andalucía, lo de Gordillo le ha parecido de perlas. El pueblo –según ellos– no come. Y para que siga sin comer, Griñán ha regalado en los últimos días más de 30 millones de euros a los sindicatos. Nos estamos enfrentando, quizá, a la última oportunidad para devolver a España la dignidad y su condición de Estado de Derecho. Gordillo y sus secuaces no pueden irse de rositas y seguir en la calle sin haber visitado al juez. Pero en el Ministerio del Interior están aterrados, y parecen considerar la gravedad del delito como una travesura. Ayer por la noche, si España tuviera una sociedad seria y bien estructurada, Gordillo tendría que haber dormido en el calabozo a la espera de ser presentado ante la Justicia.

Este Gordillo, que viaja en clase Preferente a Caracas, que duerme con la bufanda palestina, que recibe a los proetarras y se fotografía con ellos y que durante un año estuvo percibiendo un doble sueldo «porque no se dio cuenta de ello», tiene en Marinaleda un Ayuntamiento bastante caro. «El pueblo no come», pero en el suyo, se come estupendamente de acuerdo a lo que perciben sus administradores municipales, algunos de ellos –qué casualidad–, cercanos parientes de Gordillo. El objetivo de la acción delictiva contra los supermercados de Écija y Arcos de la Frontera no es que el «pueblo coma». Va mucho más allá. Es colocar al Estado de Derecho al borde del precipicio donde termina la paz social y empujarlo hacia el barranco. Y eso no es una travesura, sino un bochornoso y gravísimo delito que acentúa su trascendencia por el hecho de haber sido impulsado, coordinado y dirigido por un diputado autonómico. Un legislador que incita al robo, un legislador que delinque.

No se trata de una bribonada, de una travesura, o de una granujería de pandilla de niños. Se trata de una villanía sin límites. Mañana pueden ser asaltadas por las burdas masas de Gordillo los establecimientos de «Zara» para «vestir al pueblo». Y un concesionario de coches «para que el pueblo pueda moverse de un lado a otro». Nada tiene de Robin Hood este histriónico estalinista desbordado. En las redes se le llama «Robón Hood», con peculiar acierto.

Pero el delito cuenta con defensores. Además del Bardem de turno, vecino de Madrid o de Los Ángeles –qué mas da–, han salido en su apoyo altos dirigentes de Izquirerda Unida y el Partido Comunista de España, intelectuales flojos, artistuchos de celuloide, cantantes millonarios y demás ralea. Gente que en principio –y me parece muy bien–, no admite que les roben ni un euro de sus sueldos o de sus contratos. Para mayor chulería, Gordillo, que no ha sido detenido, ha anunciado nuevas acciones contra el capitalismo en beneficio del pueblo, que vaya usted a saber de qué pueblo se trata. Si la prevención del delito no funciona, si el causante de un delito no es detenido, y si el Fiscal y el Juez se toman el asunto a coña marinera, estaremos todos en el fondo del barranco. Esto no ha sido una travesura, señor ministro.