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Por qué Scorsese debería ganar el Oscar

La Razón
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Porque ha sido nominado en ocho ocasiones y solamente ha ganado en una. Porque ha hecho quedar en ridículo a todos los que pensaban que era un advenedizo de las nuevas tecnologías. Porque ha sabido integrar la espectacularidad de las 3D en el intimismo de una historia de filiaciones. Porque ha demostrado que el cine contemporáneo no hace sino volver a lo que los Lumière y Méliès inventaron hace ya más de un siglo. Porque en «La invención de Hugo» quiere trascender la etiqueta de ejercicio de estilo que su principal competidora, «The Artist», exhibe con orgullo. Porque ha escrito una carta de amor al cine de los orígenes sin falsas nostalgias. Porque ha aprovechado para enviar un mensaje subliminal sobre la pertinencia de preservar aquellos clásicos que corren el riesgo de convertirse en polvo. Porque a sus 69 años aún es capaz de ponerse en la piel de un niño sin ser ingenuo. Porque emplea las citas cinéfilas –desde Renoir a Charles Chaplin, pasando por Hitchcock y Eisenstein– con el aplomo de quien sabe que otros le citan a él. Porque ha rescatado a un cineasta como Georges Méliès para hablar, desde la humildad, de sí mismo. Porque ha visto en Méliès un Fantasma de las Navidades Futuras: cualquier artista visionario podría ser enviado al desván de los juguetes rotos si sus ideas fueran demasiado avanzadas para su tiempo. Porque, como el Tim Burton de «Ed Wood», aplaude a los que hacen cine con la paciencia y el entusiasmo propios de los artesanos. Porque se enamora de sus personajes como Méliès lo hizo de sus autómatas. Porque cree que el cine es un autómata perfecto, un dispositivo mágico que sólo necesita alguien con corazón para guardar sus secretos. Porque aún tiene ganas de saltar al vacío sin la necesidad de tener red. Porque ha hecho una película ajena a las modas. Porque ha dado una lección a los estudios que no sabían etiquetar un proyecto a contracorriente. Y porque, qué diablos, se lo merece.