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Ouka Leele: «Fui a un colegio religioso leía la Biblia y me encantaba»

Junto con El Hortelano y Ceseepe fue uno de los grandes iconos artísticos de la Movida. Hoy, compagina fotografía, pintura y poesía, como tres puntos cardinales de un universo mágico, que no es de este mundo. Su último libro: «Pan de Verbo» (en Huerga y Fierro). Y hasta finales de julio, podemos ver su exposición «Mi circo.

«Son incontables las veces que me han preguntado de dónde viene mi nombre»
«Son incontables las veces que me han preguntado de dónde viene mi nombre»larazon

La poesía del retrato», en la galería Alexandra Irigoyen, enmarcada en PhotoEspaña. Con nombre de constelación nacida de la mente de El Hortelano, Premio Nacional de Fotografía, es un ser especial. Por eso se siente la sacerdotisa del templo de Cibeles.

–¿Cuántas veces ha tenido que explicar de dónde viene su nombre?
–¡Incontables! Y las que te rondaré morena.

–¿Ya sabe quién es cuando se mira en el espejo?
–El concepto de individualidad lo voy adquiriendo con el tiempo.

–¿Cómo explicamos lo que es «Mi circo. La poesía del retrato» en PhotoEspaña?
–Es la esencia del retrato, donde los personajes forman parte de un circo, que es el mío. Sólo hay dos personajes que trabajan en el Price, y las fotos fueron tomadas allí. La calidad de las imágenes es muy sutil, parecen personas asomándose a través del polvo de los pigmentos, iluminados desde dentro. Y emanan su luz.

–Once fotografías de una melancolía extrema.
–Mi trabajo es muy de las entrañas, muy intuitivo, radiografío la realidad.

–Yo tengo fobia a los arlequines y aparecen en mis peores pesadillas. ¿A usted no le pasa?
–No exactamente con los arlequines, ya que por las obras de pintores como Picasso, Degas... se me hacían amables, pero sí había algo en el circo que me daba pavor.

–Sintió miedo cuando el mundo nos invadió con la tecnología digital. ¿Se ha hecho ya amiga de los píxeles y el photoshop?
–Al principio sentí terror. Dejé la fotografía, hui a pintar un mega mural y al acabarlo me dieron el Premio Nacional de Fotografía. Esto me sumergió en una retrospectiva de mi obra inédita fotográfica. Me pasaba el día en el laboratorio digital de José María Mellado y fue así, sin darme cuenta, como aprendí a utilizar el photoshop.

–Incluso utilizó una Nintendo 3DS para la exposición «Dimensiones».
–Me encanta trabajar en fotografías estereoscópicas. Hice un trabajo con mis alumnos de Bellas Artes para Mad Atac que se expuso en el Círculo de Bellas Artes con el Kubok; luego con la Nintendo ha sido también muy divertido hacer un personajito parecido a mí, que aparecía en el baño o entre los fogones.

–En junio presentó una performance en el Retiro que intentaba reflejar el sueño de paternidad de los madrileños, con una suelta de globos.
–Fue un encargo, algo muy pensado por los que me lo encargaban.

–¿Ha tenido noticias de si alguno de los asistentes ha logrado su sueño?
–No lo sé… Yo es que… No soy muy partidaria de las cosas artificiales.

–¿Qué queda de aquella chica que pintaba fotos en los ochenta?
–Este cuerpecillo que la sigue albergando.

–Junto a tus autorretratos, nos quedan los rostros de Blanca Portillo, Barceló de cuando se paseaba por Barcelona con su primer millón, Úrculo. ¿Le molesta que su nombre continúe ligado a la llamada Movida?
–La de Blanca es de los 2000, la de Barceló fue en Madrid cuando empezaba a alucinar por los precios de sus ventas después de haber pasado por Barcelona estirando una coliflor una semana entera como alimento. No, no me molesta que mi nombre esté ligado a la Movida, como estará ligado al de mis compañeras de colegio, al de mi familia, al de todas las personas con las que me he relacionado. Acepto mi vida.

«De Jaime Gil de Biedma aprendí a beber»
–Época, por cierto, en la que algunos dicen que,también hubo pintores de un solo cuadro, mucho músico de un solo disco y no poco director de una sola película. ¿Lo comparte?

–No, rotundamente, no.

–¿Al ser sobrina de Gil de Biedma era inevitable no abordar la poesía y, además, hacerlo bien?
–No creo que sea genético. Mi madre hablaba de él con gran cariño. Cuando me fui a Barcelona, mi madre venía a verme con Jaime y le preguntaba si iba por buen camino como artista. Mi vida «disoluta» la tenía asustada, y Jaime la tranquilizaba. Por lo demás, mi tío nunca me ha enseñado nada en cuanto a cómo construir un verso, como mucho a beber copas por la Barcelona nocturna, pero su poesía siempre ha estado ahí. Me fascina su musicalidad, su matemática y su verdad.

–¿El ojo de la cámara no es ojo porque tú lo veas sino porque te ve?
–He podido comprobar que la cámara es una antena para acceder a los mundos sutiles e intangibles, como lo es el lápiz, el cincel, las cuerdas del instrumento o de la voz.

–El día que asistió a una fiesta de Leonard Bernstein, hijo, que vivía en el Edificio Dakota, ¡murió Lennon!
–Llevábamos unas pintas... Yo llevaba un tubo enorme, fosforescente, sujetando mi pelo y al entrar en el portal (maldita la hora) dije: «Uy, qué fácil es entrar, cualquiera podría matar a John Lennon». ¿Por qué pensé o dije eso? Por la mañana toda la Prensa estaba incendiada con la noticia. El interés que me suscitó me hizo aprender inglés a toda mecha. Mi inglés se lo debo a Lennon.

–Fue a un colegio religioso, que le impactó positivamente: maitines, ángelus, rosario, laudes...
–Me encantaba y me sigue encantando, era una educación muy tradicional, como para ser monja del siglo XIII, por lo menos. Aprendí a leer en la Biblia y me fascinaba aquel ambiente.

–¿Todavía escucha «Cachito mío»?
–Me lo cantaba mi madre, con tanto amor. Se la cantaba a mi padre y creía que era una canción entre hombre y mujer, por eso cuando luego me la cantaba a mí, me subía al cielo.

–¿Cómo le ha sentado lo ocurrido en la SGAE?
–Fatal, da mucha inseguridad.

–¿El movimiento 15-M no le inspiró nada?
–Mucho. Me encantó ver que los jóvenes estaban tan bien organizados y de forma tan bonita y pacífica. He visto muchas imágenes preciosas.

–¿Harta de que le recuerden que su prima es la presidenta de la Comunidad de Madrid?
–No hace falta que me lo recuerden, ¡tanto no me falla la memoria!

–¿Qué le parece la foto del candidato Rubalcaba?
–Yo buceo en otros mundos, tengo nostalgia del mundo angélico. No sé qué foto dices, pero yo nunca haría esas fotos que se hacen los políticos, son como de fotomatón. He buscado en internet y veo a Rubalcaba sobre un fondo rojo. No puedo valorar ese tipo de fotos, porque retratos así me hieren. Son funcionales.

–Siempre inventa guiones, ¿cuántos lleva hoy?
–Mi madre me lo decía, un día de mi vida da para un guión de cine, pero ¿cómo te voy a contar todo esto si me dices que las respuestas han de ser cortas? Imagínate, a película por día. Pero sí, estoy escribiendo el guión de una película.

«Cuando termine la exposición en la Galería Alexandra Irigoyen cogeré la maleta y me sumergiré en el verano. Es perfecto si hay brisa que trae aromas de flores y menta fresca, esté donde esté. Nunca planeo dónde iré. Me dejo llevar. Si sacara unos billetes para un lugar concreto y, al llegar, me saliera un trabajo interesante, quizá me vería obligada a abortar el plan». «Por otro lado, agosto en Madrid es el mejor mes del año. Pero de poder elegir, sería cualquier paraje primigenio, un bosque intocado, para hacerme una cama fresquita de helechos, una playa de arenas vírgenes. Me espanta eso que hacen de poner arena en las playas, porque es una arena como si te tumbaras en cemento: te ensucias y no alimenta la piel».